La transustanciación de la sabiduría

Pablo d'Ors, sacerdote y escritorPABLO d’ORS | Sacerdote y escritor

“Somos lo que hemos leído e interiorizado, lo que solo significa que no llegamos a Dios solos, sino de la mano de los maestros…”.

El consuelo y la fuerza que puede proporcionar un libro son extraordinarios. Mi paisaje espiritual ha sido determinado por algunos, no muchos: El peregrino ruso y El canto del pájaro, de Anthony de Mello; A la espera de Dios, de Simone Weil; Marcas en el camino, de Dag Hammarskjöld; La montaña de los siete círculos, de Thomas Merton…

Un buen libro puede ser un auténtico lugar de revelación. Y no solo porque durante su lectura nos hace comprender –en un segundo– cosas que llevábamos años buscando entender, sino porque, terminado de leer, no nos deja en paz. Nos llama a una segunda y tercera lectura, hasta convertirse en ese libro de cabecera al que recurrimos siempre, en particular cuando nos acechan las tinieblas.

El buen libro nos llama a escribir lo que hemos leído, a contarlo a quienes nos rodean, a hacerlo nuestro. Es así como la sabiduría ajena pasa poco a poco a ser la propia.

Este proceso nunca se hace de una vez por todas y, con frecuencia, hacen falta años para que una lectura así se digiera hasta hacerse carne de nuestra carne y alma de nuestra alma. Solo cuando no se sabe a ciencia cierta qué proviene del autor y qué de uno mismo puede decirse que ese proceso de absorción y aprendizaje se ha cumplido.

Pues bien, la vida espiritual es para mí algo así como una transustanciación de la sabiduría. Somos lo que hemos leído e interiorizado, lo que solo significa que no llegamos a Dios solos, sino de la mano de los maestros y guías que nos han acompañado.

En el nº 2.865 de Vida Nueva.

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