La tragedia de los refugiados

JUAN GARCÍA (CÁCERES) | La opinión mundial no puede seguir ignorando la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia, la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad, libertades y derechos fundamentales que millones de ciudadanos de Oriente Medio están sufriendo.

La tragedia de la emigración y del desplazamiento forzado afecta a millones de personas, y es fundamentalmente una crisis humanitaria, que requiere una respuesta de solidaridad, compasión y generosidad. Hace algunas semanas, en Lesbos, el papa Francisco, junto a otros líderes religiosos, hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que responda con valentía, a través de iniciativas diplomáticas y políticas.

Por eso, es necesario y urgente un consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para defender los derechos humanos fundamentales en esta situación que se ha hecho insostenible, para proteger a las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas y eliminar las rutas inseguras, como las que van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos seguros de reasentamiento.

En el nº 2.997 de Vida Nueva

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