La tiranía de la felicidad

Lucía Ramón(Lucía Ramón Carbonell– Profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de Valencia)

 

“Contra el ‘deber’ de ser feliz, tenemos que reactivar la dicha de saber vivir. Una dicha que pasa por la sabiduría de convertir la felicidad en algo secundario en relación a otros bienes como el amor, la amistad y la solidaridad”

Quizá sean las vacaciones de verano el tiempo en el que mejor se constata una de las tiranías más omnipresentes en nuestra sociedad: la obligación de ser felices a toda costa. La producción de bienes, los servicios, las distracciones, todo se organiza con vistas a nuestra mayor felicidad. La cultura materialista de la felicidad, centrada en el bienestar y el confort del Homo Felix, es la ideología del capitalismo de consumo. Cada vez más los individuos se sienten culpables si no se sienten felices. Como ha señalado Pascal Bruckner, empieza a surgir una nueva clase de marginación: la de los que sufren, que son identificados como fracasados. Si en la Grecia antigua la felicidad tenía que ver, ante todo, con el dominio de uno mismo y la superación de las pasiones, en la cultura contemporánea la felicidad se ha trivializado hasta el punto de convertir la vida de muchas personas en una suerte de compulsión casi enfermiza por la felicidad a cualquier precio

Para el filósofo francés, el secreto de una buena vida está en burlarse de la felicidad, entendida como un sentimiento frágil de bienestar que se ha convertido, en nuestra cultura, en un auténtico estupefaciente colectivo al que todos debemos entregarnos. Contra el “deber” de ser feliz, tenemos que reactivar la dicha de saber vivir. Una dicha que pasa por la sabiduría de convertir la felicidad en algo secundario en relación a otros bienes como el amor, la amistad y la solidaridad.

Un buen momento, el verano, para beber de la tradición bíblica, que vincula el deseo actual de felicidad con la experiencia profunda de shalom, que implica la paz interior, la justicia, el cuidado y la contemplación de su creación y la bendición de sabernos amados por Dios.

En el nº 2.670 de Vida Nueva.

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