La música de los santos

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“El Evangelio es como una partitura musical que se saborea mejor cuando la interpretan esos grandes maestros cantores que fueron los santos…”.

Ante una nueva cultura, hoy parece necesaria una nueva apologética del Cristianismo, al servicio de la nueva evangelización. Yo distinguiría especialmente tres campos: la ecología, la cristología y la hagiografía. Es decir, por apropiación trinitaria, la creación del Padre, la redención del Hijo y la santificación del Espíritu Santo.

Primero la creación, porque este maravilloso mundo sería inexplicable sin un creador y promotor. Se dice que cualquiera puede hacer una sopa de pescado con un acuario, pero nadie puede sacar un acuario de una sopa de pescado. En este campo se pueden encontrar miles de preciosos ejemplos de sentido común.

Segunda fuente, la vida de Jesús: sus milagros, sus palabras, su muerte y su resurrección. Es el fundamento principal de nuestra esperanza, y el más vivido y comentado por la Iglesia.

Finalmente, la hagiografía, la cantera de los santos, miles de bautizados que vivieron las virtudes cristianas en grado heroico, y la Iglesia les ha reconocido solemnemente.

De algunos se conocen tan solo pocos datos, pero bien seguros, gracias a la revisión histórica que la Iglesia ha realizado en el Martirologio después del Concilio. Pero hay muchos más cuyas biografías se conocen con todo detalle, y hasta se puede penetrar en sus sentimientos más íntimos, gracias a sus libros y cartas.

Es admirable la historia de la filosofía, con tantos sabios que buscaron el bien y la verdad, pero es también decepcionante que todos tuvieran opiniones diferentes. Algo así escribía san Hilario de Poitiers en su De Trinitate para explicar su conversión de la filosofía romana a la Trinidad cristiana. En cambio, todos los santos estaban de acuerdo en su entrega total a Jesucristo y en el Credo de la Iglesia.

Según Francisco de Sales, el Evangelio es como una partitura musical que se saborea mejor cuando la interpretan esos grandes maestros cantores que fueron los santos.

En el nº 2.848 de Vida Nueva.

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