La Misión que necesita hoy América Latina

(José María Arnaiz, SM- Miembro del equipo teológico de la CLAR) Oí hablar por primera vez de Aparecida en Roma, en noviembre de 2004, al cardenal Hummes, entonces arzobispo de São Paulo, y su discurso se centró en la Misión continental. Sería el fruto de la V Conferencia General y el recurso que animaría a reavivar la fe y sincronizar el impulso misionero del Espíritu en los diferentes países. En el Documento de Consulta, la Misión continental pasa a muy segundo plano. En los días de Aparecida, pierde relieve y apenas se habla de ella. El III Congreso Americano Misionero (CAM 3), celebrado en Quito en agosto, ha catapultado “la gran Misión continental”, dejando a nuestras Iglesias en estado de misión, y lo ha hecho con un lema ambicioso: América con Cristo: escucha, aprende y anuncia.

Cuando se habla de una misión, enseguida pensamos en varios aspectos que luego detallaremos. En todos ellos ha fijado su atención el CELAM, mirando las experiencias misioneras existentes y rescatando lo mejor de ellas, propuesta que recoge un folleto titulado Una Misión Continental. Para una Iglesia Misionera.

En todo proyecto misionero hay una teología de fondo, que marcará los contenidos de la Misión. Aquí el marco referencial es Aparecida, una propuesta pastoral y espiritual, más que teológica. Soy un convencido de que el Señor, después de crearnos, rompió el molde. Nos dejó audacia y lucidez para descubrir “las semillas del Verbo” en el momento actual de este continente y dar respuestas nuevas a preguntas viejas, no respuestas viejas a preguntas nuevas. En este contexto creativo hay que situar esta Misión.

Aspectos a considerar

  • El espíritu que la impulsa es el de una hora de gracia, un nuevo Pentecostés (DA 548) que despierte en los cristianos la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesús. Esta Misión no tiene que ser una carga pesada, sino un entusiasta desafío y una gran posibilidad.
  • La motivación es el encuentro con Jesús de obispos, sacerdotes, religiosos y  laicos, y que hablen de ese encuentro apasionadamente, para poner a Jesús en el corazón de la vida del continente. El hombre y la mujer latinoamericanos sólo serán creyentes cuando hayan hecho una experiencia auténtica de encuentro y  adhesión a la persona de Cristo. Y no es fácil saber cómo se llega a ello.
  • Poner a a la Iglesia en misión permanente (DA 213) es el gran objetivo: hacerla remar mar adentro, pescar, movidos por el soplo del Espíritu (DA 551). Ello exige repensar y reformar muchas estructuras pastorales y eclesiales. De lo contario, las dudas sobre la posible conversión personal pueden ser serias y numerosas. ¿Cuándo se dará este paso?
  • Los destinatarios de esta Misión deben ser los discípulos misioneros,  especialmente los pobres, los que sufren y los alejados (DA 550). Pero se señala con mucho acierto que la primera etapa va orientada a los animadores y responsables y, por supuesto, a los obispos. Ha impactado el hecho de que, en Buenos Aires, el cardenal y los obispos hayan sido los primeros en comenzar a misionar, en ir por las casas, los bancos, las cárceles… El documento fija grupos prioritarios, aunque sin gran novedad: universidades, colegios, educadores, grupos de pastoral indígena y afro, cofradías, movimientos…
  • Como agentes se señala a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, pero cambiarían los contenidos, horarios, lugares, método y lenguaje si esta Misión no fuera para los laicos, sino de los laicos.
  • Aunque los contenidos de la Misión no son muy precisos, en Aparecida quedó claro que el gran anuncio es la dimensión kerigmática del mensaje cristiano (DA 11 y 12). Convertir la resurrección de Cristo en el eje de la vida plena del cristiano revolucionaría la misión y el diario vivir. ¿Está preparada para este gran cambio la Iglesia en América Latina?
  • Aparecida ofrece también el método y el itinerario para iniciar en la fe y para todo proceso evangelizador inspirado por la Misión continental, pero se echa de menos en la propuesta ese contacto provocativo con la realidad a transformar.
  • Muchos serían, por último, los criterios para la acción misionera. Evoco un par de ellos. La misión debería dejar a cada hogar con una Biblia y a cada creyente con ganas de ser educado en la lectura y meditación de la Palabra. Es el primer alimento de su fe. También es importante el lenguaje que se emplee.

Como otros, creo que esta propuesta tiene lagunas, pero la viviremos como una ocasión propicia para encontrar a Jesús con “claridad y humildad” y afecto pleno, y para encontrarse con un pueblo que quiere ser justo, fraterno y solidario.

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