La marcha verde

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“Quienes malgobiernan no entusiasman, pero parece que no suscitan alternativas que ilusionen, que respondan a las esperanzas frustradas. Unos se mantienen por inercia o porque compran su permanencia, no porque lo merezcan, mientras que otros no se mojan, no se arriesgan, sestean, lloran distraídamente sobre la leche derramada”

Europa Occidental no ha experimentado grandes transformaciones desde hace muchos años. Imbuida por un espíritu burgués autosatisfecho y adormilado, mantiene su cansino caminar sin grandes exigencias, ilusiones, ni esfuerzos. Ni siquiera las largas dictaduras que ha sufrido han sido desposeídas por el entusiasmo y el sacrificio de quienes aspiraban al cambio. Han sido necesarias sangrientas guerras, impuestas o ganadas gracias a la ayuda extranjera.

Eso explica, también, la decadencia europea. Quienes malgobiernan no entusiasman, pero parece que no suscitan alternativas que ilusionen, que respondan a las esperanzas frustradas.

Unos se mantienen por inercia o porque compran su permanencia, no porque lo merezcan, mientras que otros no se mojan, no se arriesgan, sestean, lloran distraídamente sobre la leche derramada.

Por esto nos fascina el espectáculo de lo que sucede en Túnez, Egipto, Libia, Yemen. Es gente valiente que aspira a una sociedad mejor, más libre, más fraterna, más purificada de tanta hipocresía e incoherencia, que rechaza tanto desprecio por cuantos no piensan como ellos, tanto más arrogantes cuanto más ignorantes, agarrados al libro, pero no al pensamiento.

Se han lanzado a las calles para lograr con su sacrificio lo que no están dispuestos a conceder quienes tienen la sartén en sus manos. Han roto el maleficio y están en trance de lograr por su valentía, su entusiasmo y su entrega personal, incluso de la vida, una sociedad más dialogante, conscientes de que ellos son el pueblo de Alá, la razón de ser del Estado.

¿Despertarán quienes tendrían que encontrarse cerca de sus aspiraciones? ¿Esperarán a que el fruto caiga maduro, a que las calendas legales se cumplan, lamentándose mientras esperan, sin darse cuenta de que han quedado huérfanos de pueblo? Mientras tanto, en España, Franco muere en la cama.

En el nº 2.744 de Vida Nueva.

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