La Iglesia que espera al Papa en los EE.UU.

(Joseph Bamat-Corresponsal en los Estados Unidos) La diócesis de Wilmington, en el estado de Delaware, ha conocido un gran crecimiento en los últimos años fruto de la llegada de latinoamericanos a esta región periférica de Washington, un fenómeno que se repite en toda la costa atlántica. “El crecimiento ha sido maravilloso. Hemos establecido nuevas parroquias, construido nuevas iglesias y habilitado iglesias pequeñas con nuevas obras”, explica el obispo de Wilmington, Michael Saltarelli.

Este crecimiento es tanto un don como un desafío para la identidad de la Iglesia católica en los Estados Unidos (EE.UU.), y se suma a otros grandes desafíos en su historia reciente. Juan Pablo II visitó el país por última vez en 1999. Aquellos católicos no conocían el 11-S, la crisis de los abusos sexuales contra menores o las guerras de Afganistán e Irak, y muy pocos a un cardenal llamado Joseph Ratzinger. En la primera visita de Benedicto XVI a EE.UU., entre el 15 y 20 de abril, la Iglesia estadounidense se presentará al Papa, y será una oportunidad para reconocerse a sí misma tras difíciles años de cambio.

La gira de Benedicto XVI, cuyo lema será Cristo, Nuestra Esperanza, se centralizará alrededor de Washington y Nueva York. La visita incluye una recepción oficial del presidente Bush, un discurso ante la ONU, una visita a la ­Zona Cero de los atentados del 11-S, una reunión interreligiosa con líderes musulmanes, budistas, judíos, hindúes y de otras religiones, una oración ecuménica con diversos representantes cristianos, dos misas masivas en estadios profesionales de béisbol y una visita a una sinagoga. Más de 67 millones de católicos viven en los EE.UU., el 22% de la población.

Interés desbordante

La Conferencia Episcopal de los EE.UU. (USCBC sus siglas en inglés) coordinará la comunicación entre el Vaticano y las diferentes entidades anfitrionas de la gira. Las archidiócesis de Washington y Nueva York distribuirán las invitaciones para asistir a los eventos. Según Mar Muñoz-Visoso, subdirectora de relaciones públicas de la USCBC, el interés por ver y escuchar al Papa es desbordante. Su oficina ha recibido más de 5.500 peticiones de acreditación, tanto de medios civiles como religiosos. “Es una visita muy diferente a las anteriores en términos de la seguridad. Ahora ya no son posibles eventos abiertos como los del National Mall o Central Park de 1995”, explica.

Durante su visita, Benedicto XVI cumplirá 81 años y celebrará misas para ­marcar el segundo centenario de la archi­diócesis de Baltimore –la primera archidiócesis de EE.UU.– y la fundación de las diócesis de Boston, Nueva York, Louisville y Filadelfia.

También se prevé que el tema de la guerra en Irak surja durante su discurso ante Naciones Unidas, y se sumará a sus recientes y repetidos llamamientos por la paz en Oriente Medio. En marzo se cumplió el 5º año de la ocupación estadounidense en Irak, una campaña militar que fue condenada por Juan Pablo II antes de su inicio. El arzobispo Pietro Sambi, nuncio en los EE.UU., también ha declarado que Benedicto XVI hablará sobre el escándalo de los abusos sexuales en más de una ocasión. Una de ellas será durante su audiencia privada con todos los obispos estadounidenses el 16 de abril.

La diócesis de Wilmington, como muchas otras en los EEUU, sigue afrontando las difíciles consecuencias del escándalo de los abusos sexuales. En octubre la Diócesis se presentará frente a un jurado por los supuestos actos criminales de un sacerdote a finales de los 70. Hoy se habla menos de los abusos sexuales contra menores  y del intento por parte de los líderes de la Iglesia de ocultar los hechos, pero este difícil legado sigue pesando sobre la conciencia de la comunidad católica, y las indemnizaciones a las víctimas siguen debilitando los recursos económicos de la Iglesia.

Wilmington tiene 400 entradas para la misa en Washington, pero han recibido más de 5.000 peticiones. Su delegación viajará a este encuentro con mucho entusiasmo, y quiere ser reconocida por el Santo Padre bajo una nueva luz. El obispo cree en la esperanza que Benedicto XVI quiere comunicar durante su visita, y que él siente a través de sus parroquianos. “Es una oportunidad para que el Papa vea la vitalidad de la Iglesia en los EE.UU. Nuestra gente sigue asistiendo regularmente a la misa. La crisis de nuestra Iglesia ha sido muy difícil de vivir, pero nuestra gente sigue fiel”, dice Saltarelli. “Estamos haciendo todos los esfuerzos para afrontar los pecados del pasado”.

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