La fraternidad reencontrada

Ordenación católica de tres obispos anglicanos

FERNANDO RODRÍGUEZ GARRAPUCHO, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca | Si tenemos que opinar sobre el estado del ecumenismo hoy, si ha avanzado o si se encuentra en un período de estancamiento, es casi ya un tópico afirmar que hay un invierno y congelación de las relaciones, pero esto no es así. Más bien, lo que hay es una nueva fase de mayor profundidad y compromiso entre las Iglesias a la luz de los pasos ya dados.

La nueva etapa del ecumenismo debe afrontar las cuestiones más difíciles, los problemas más agudos que aún nos dividen, y por eso no se avanza tan rápido como antes. Lo cierto es que hoy día es un movimiento imparable y, según declaró Juan Pablo II en Ut unum sint, es un movimiento y una actitud irreversible para la Iglesia católica.

Desde el inicio de su pontificado romano, Benedicto XVI dejó claro que esta cuestión sería una prioridad en su ministerio petrino, y lo está cumpliendo. Si hablamos de prioridades, hay que decir que él tiene sumo interés en avanzar en la unión con la Ortodoxia, pues es la parte del cristianismo con quien más tenemos en común los católicos, pero sin descuidar los otros diálogos, ni tampoco el judaísmo.

Si nos preguntamos si únicamente se avanza en base a documentos o si existe otro tipo de métodos, vemos que, como afirmó el cardenal Walter Kasper hace años, más allá de los documentos de acuerdo doctrinal conseguidos, el mejor fruto del ecumenismo es la fraternidad reencontrada en todos los ámbitos de la vida eclesial.

Yo estoy totalmente de acuerdo con este análisis, porque el ecumenismo abarca todos los niveles de realización de la Iglesia y compromete todas sus actividades y a todas las vocaciones y ministerios. Hoy ya es parte del vivir diario de los cristianos de todas las confesiones en muchos aspectos.

En España, hay que reconocer que el diálogo de la Iglesia católica con los no católicos en el nivel teológico es difícil, porque las otras Iglesias no tienen un nivel de teología equiparable al de nuestra Iglesia. Ortodoxos y protestantes en España se han dedicado y se dedican principalmente a la pastoral, y ahí está nuestro lugar de diálogo con ellos, cosa que hacen sobre todo los centros ecuménicos españoles.

En este ámbito ha habido tiempos mejores, y es de desear que esto vuelva a los cauces que hoy exige nuestra Iglesia, sobre todo, si miramos al ámbito del diálogo ecuménico en Europa, donde no faltan miles de iniciativas llenas de imaginación y viveza.

Lo más importante es crear una sensibilidad, percatarse de la necesidad pastoral del ecumenismo y después dedicar tiempo al estudio serio, sin el cual solo viviremos de generalidades o banalizaciones sobre cuestiones que tocan el núcleo de la fe y que son decisivas para el futuro de la vida de la Iglesia.

Las comisiones mixtas siguen trabajando y ofreciendo estupendos documentos; de acuerdo, pero sigue adelante el ecumenismo de las relaciones. Es hoy vital que se intensifique el ecumenismo espiritual, pues solo él es el que nos pone en el nivel de oración en que debemos pedir la unidad que nace de la Trinidad.

En el nº 2.760 de Vida Nueva.

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