La Catedral de Menorca recupera su esplendor perdido

Tras 20 años de trabajos de restauración, el edificio se reabría el Domingo de Ramos

(Texto: Sebastià Taltavull. Fotos: Rafael Portella) El Domingo de Ramos la Catedral de Menorca abría de nuevo sus puertas al culto, después de finalizar la última fase de una restauración iniciada en 1987. Coincidiendo con la celebración de VII Centenario de la reconquista de la isla y la vuelta al cristianismo, cuyo lema rezaba Somos una Tradición viva, se iniciaron las obras que se han ido realizando en diversas fases hasta hoy, abriendo y cerrando según lo permitían los trabajos.

El obispo de la Diócesis, Joan Piris, en un escrito dirigido a los fieles diocesanos, invitaba a acudir y a participar en las celebraciones litúrgicas que se realizarían en la Catedral a partir del Domingo de Ramos. En su escrito, publicado en el Full Dominical de la Diócesis, Piris explicaba que “la Catedral es una propuesta continua a los cristianos a vivir la propia pertenencia a la Iglesia en la unidad y en la comunión. Porque la Iglesia no es una palabra vaga o un concepto, sino una comunidad concreta con su rostro particular. Un pueblo que, con su pastor, vive en un lugar, anuncia y celebra, acoge y envía dentro de un tejido de relaciones, una historia, una tradición precisa”.

La reapertura de la Catedral ofrece una ocasión para vivir su significado teológico, litúrgico y pastoral, al mismo tiempo que es un marco incomparable como monumento histórico y artístico, punto de referencia para la historia y la cultura de la isla. Las palabras del obispo quieren ayudar a una mayor conciencia de Iglesia en su dimensión universal y particular: “La Iglesia católica no se divide en unas cuantas Iglesias, que reivindican derechos de autonomía o que deciden ponerse en red por motivos de eficiencia, sino que siempre es una, santa, católica y apostólica en cada una de sus expresiones y romana por la comunión con el obispo de Roma, sucesor de san Pedro. Sin embargo, la experiencia que cada uno tiene es la de una Iglesia local, pueblo de Dios que habita en un territorio con su obispo… La Iglesia particular, que es el acontecimiento y la concentración de la Iglesia universal”.

A lo largo de estos años, han sido muchas las personas que han colaborado e impulsado este proyecto, también a nivel material. La restauración ha sido posible gracias a las aportaciones de los fieles y a las ayudas institucionales. A lo largo de estas dos décadas se ha rehabilitado toda la fábrica (cubiertas, muros y bóvedas); se han recuperado estructuras del gótico en sus expresiones originales, respetando el paso del tiempo, sobre todo el ábside, las capillas y el presbiterio; se han abierto nuevas vidrieras y restaurado las existentes; se ha dotado de nueva iluminación y creado el acceso para minusválidos. Todo ello orientado a ser un espacio favorable a la oración y las celebraciones litúrgicas, lugar de encuentro de la comunidad cristiana, signo de la unidad de la Diócesis, casa y escuela de comunión.

Además de la aportación que la Iglesia hace a la cultura y a la vida del pueblo, restaurando un edificio singular, es importante valorar cuál es el objetivo principal. Piris lo expresa con estas palabras: “La Iglesia siempre dice relación a Jesús que la ha querido, es su manifestación visible e histórica. Pero es Jesús quien sostiene el edificio espiritual de la Iglesia, de la comunidad de aquellos que viven en comunión con Él, escuchan su Palabra (ambón), parten el pan en conmemoración suya (altar), viven la caridad fraterna y cuidan de los otros hombres y mujeres con los que cada día se cruzan por la calle…”.

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