La Biblia por una gallina

(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)

“Lo que asombra y emociona es el precio que han puesto a la Biblia nambya. Como allí circula poco dinero, han acudido al viejo truco del “pago en especie”. El precio de la Biblia de Alapont es una gallina. La tirada aspiran a que llegue, con el tiempo, a los cinco mil ejemplares. ¡Qué diferencias tan abismales todavía entre Zimbabwe y España!”

Hace poco, mientras en Madrid se presentaba la Biblia de la Conferencia Episcopal, editada por la BAC, tuve noticias de un viejo condiscípulo que lleva en África, en Zimbabwe, más de cincuenta años. Su nombre es Alejandro Alapont y su tierra es Valencia. A no ser que, como buen misionero, se tenga ya por zimbabwense. Alapont era un muchacho aplicado y vivaz. Pertenecía ya al IEME y acudía, como todos ellos, a las clases del Seminario de Burgos. Hablo de los años 40 del siglo pasado. Supe alguna vez de él, pero nunca pensé que pudiera darme una gratísima sorpresa.

Resulta que, tras 27 años de trabajo en Zimbabwe, acaba de presentar una Biblia en el idioma nambya. Para ello ha manejado otras biblias en siete idiomas diferentes. Por si fuera poco, ha inventado palabras que no existían en el nambya. O sea, que ha enriquecido aquella lengua con unos cuantos neologismos.

Todo esto remite a aquellos tiempos en que los primeros misioneros españoles de las Américas recién descubiertas tradujeron el catecismo y la Biblia. Lo mismo al quechua que al guaraní y tanto al nauatl como al maya. La historia se repite.

Pero lo que asombra y emociona es el precio que han puesto a la Biblia nambya. Como allí circula poco dinero, han acudido al viejo truco del “pago en especie”. El precio de la Biblia de Alapont es una gallina. La tirada aspiran a que llegue, con el tiempo, a los cinco mil ejemplares. A tan singular evento, la presentación, asistió el obispo de Hwange, que es allí el ordinario del lugar.

¡Qué diferencias tan abismales todavía entre Zimbabwe y España, entre Hwange y Madrid! Y eso para lograr que la Palabra de Dios se haga libro y llegue, en su lengua, a todas las gentes. ¡Mil gracias, Alapont!

En el nº 2.746 de Vida Nueva.

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