La Biblia, el gran código de la humanidad


(Jorge Juan Fernández Sangrador, director de la BAC) Benedicto XVI ha definido la Biblia, en la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, como “un gran código para las culturas”. Escribe el Papa: “La Sagrada Escritura contiene valores antropológicos y filosóficos que han influido poderosamente en toda la humanidad. Se ha de recobrar plenamente el sentido de la Biblia como un gran código para las culturas” (nº 110). Esta expresión proviene de un  libro de Northrop Frye, The Great Code. The Bible and Literature (Nueva York, 1982), traducido al español con el título El gran código. Una lectura mitológica y literaria de la Biblia (Barcelona, 1988). Frye se inspiró, a su vez, en el poeta y pintor inglés William Blake (Londres, 1757-1827), quien, en las notas acerca de su grabado de Laocoonte, dejó escrito: “El Antiguo y el Nuevo Testamento son el gran código del arte”.

Northrop Frye

J.J. Fdez. Sangrador

Herman Northrop Frye nació en Sherbrooke, Québec, en 1912. Estudió en el Victoria College de Toronto y en el Merton College de Oxford. Descendiente de una familia metodista, se preparó en el Emmanuel College para el ministerio de pastor y fue ordenado al servicio de la Iglesia Unida de Canadá en 1936, aunque se dedicó principalmente a la docencia universitaria. Las clases en el Victoria College fueron el laboratorio en el que se gestaron sus ensayos –más de trescientos– sobre teoría y crítica literarias. Falleció en Toronto en 1991. El libro de David Cayley, Conversación con Northrop Frye (Barcelona, 1997), surtirá de interesantes noticias biográficas a quien desee conocer mejor la trayectoria humana, intelectual y religiosa del profesor canadiense.

Unidad de la Biblia

La idea de que la Biblia es un gran código fue desarrollada por Northrop Frye en el libro arriba mencionado y en otro posterior: Words with Power. Being a Second Study of “The Bible and Literature” (San Diego, 1990), traducido al español con el título Poderosas palabras. La Biblia y nuestras metáforas (Barcelona, 1996).

Según Frye, la Biblia ha sido leída como una unidad por confesiones religiosas, pensadores y literatos, que han sabido captar el significado universal de sus relatos, metáforas, imágenes y símbolos.

El impacto causado por la Sagrada Escritura en la imaginación creadora ha sido de tal magnitud que puede ser considerada con toda justicia como el gran código no solo de Occidente sino también de la humanidad.

Atlas del espíritu

La expresión de Northrop Frye fue incorporada al Mensaje del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2008: “La Biblia, como se suele decir, es el gran código de la cultura universal” (nº 15). No quedó recogida, en cambio, en las proposiciones elevadas al Papa. Aunque en una de ellas se dice: “La Biblia es un libro destinado a toda la humanidad. Ha inspirado a los artistas de las diversas culturas” (nº 39).

A este respecto, recuérdese que Juan Pablo II, en la Carta a los artistas (1999), evocando a Paul Claudel y a Marc Chagall respectivamente, calificó a la Sagrada Escritura de “inmenso vocabulario” y “atlas iconográfico” del que se han nutrido la cultura y el arte cristianos (nº 5). “Lengua materna de Europa”, dijo Goethe que era el Evangelio.

En efecto, sin la Biblia sería imposible dar razón de las innumerables manifestaciones del espíritu humano, que se ha volcado y expresado en la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, el urbanismo, el cine, la fotografía y la música, y lo ha hecho desde la Sagrada Escritura. En ella y por ella, el hombre ha reconocido cuanto hay de grande, noble y trascendente en su ser, ha hallado el resorte que lo impele hacia la libertad, ha llegado a apreciar el perdón como un valor, ha aprendido a esperar y a perseverar en la paz, ha descubierto que la relación interpersonal es una potencia creadora y ha caído rendido ante el amor.

La Biblia es, por ello, el gran código al que el hombre que se interpela sobre sí mismo ha de recurrir para interpretarse, y donde el cristiano que se pregunta por su misión en el mundo ha de inspirarse para dar curso a la nueva evangelización.

En el nº 2.745 de Vida Nueva

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