La Biblia de la Iglesia

(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Tanto esta lectura de la Escritura en la intimidad como la otra, en asamblea litúrgica, no solamente no se estorban, sino que se ayudan mutuamente, si aquélla se hace sobre los textos que ésta nos facilita cada día, y que bien se podría llamar la Biblia de la Iglesia”

Recientemente, se ha realizado en los países de nuestro entorno una encuesta sobre el conocimiento de la Biblia, y hemos quedado en el último lugar. No es de extrañar, porque entre nosotros el conocimiento de la Escritura, tradicionalmente, es bastante escaso.

Sin embargo, hoy en día, gracias a la renovación post-conciliar y el movimiento bíblico y litúrgico, la situación ha mejorado mucho, empezando por la cantidad y calidad de ediciones bíblicas para los fieles, con introducciones y notas a pie de página, que ayudan a penetrar en el texto sagrado.

Y, sobre todo, el último concilio tomó dos decisiones de inmensa importancia pastoral, que se complementan entre sí: por una parte, aumentar la presencia de la Escritura en la liturgia, y, por otra, traducir ésta a las lenguas vernáculas. De esta manera, con un nuevo leccionario de tres años, se lee públicamente, se comenta pastoralmente y se celebra sacramentalmente lo más fundamental de la Palabra de Dios. La Biblia impresa es como una partitura, una música virtual, que no suena hasta que se rumia en la meditación privada o se proclama y se actualiza en la celebración pública.

Respecto a la vivencia individual de la Biblia, tan escasa todavía entre nosotros, recientemente se ha redescubierto una costumbre muy antigua de los monjes, la ‘lectio divina’, que consiste en rumiar y saborear la Palabra de Dios, individualmente o en grupo, por medio de la lectura en voz alta, la meditación sapiencial, la devota oración y la sabrosa contemplación.

Tanto esta lectura de la Escritura en la intimidad como la otra, en asamblea litúrgica, no solamente no se estorban, sino que se ayudan mutuamente, si aquélla se hace sobre los textos que ésta nos facilita cada día, y que bien se podría llamar la Biblia de la Iglesia. Esperemos que el próximo Sínodo de los Obispos nos ayude a seguir caminando.

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