Kenia: buscando la estabilidad perdida

mwai-kibaki(Alberto Eisman– Licenciado en Teología y Master en Desarrollo) Los graves episodios de violencia posteriores a las elecciones generales de diciembre de 2007 supusieron un gran shock tanto para Kenia como para el resto del mundo. Lo que parecía una isla de prosperidad y estabilidad se convirtió en pocos días en un caos étnico, político y social sin parangón, que se saldó con la muerte de 1.200 personas y el desplazamiento forzoso de centenares de miles de ciudadanos que huyeron de la violencia tribal. Nunca se había mostrado con tanta claridad la profunda división que subsistía entre la etnia kikuyu -la mayoritaria en el país, a la cual pertenece el presidente Mwai Kibaki– y el resto de tribus de la periferia, asociadas en un movimiento opositor. 

alberto-eismanLa violencia no sólo era la expresión del descontento popular ante los fraudulentos resultados electorales, sino que significó el resurgir de antiguos problemas latentes que las administraciones poscoloniales no habían querido o podido resolver, siendo la cuestión de la tierra el tema más crítico. Después de semanas de mediación, Kofi Annan consiguió forjar un acuerdo político que dio lugar al gobierno de unidad entre el Partido de Unidad Nacional del presidente Kibaki y el Movimiento Democrático Naranja del líder opositor luo, Raila Odinga, para quien se creó la figura de primer ministro. 

Este gobierno ha estado en el poder durante más de un año y ha dado muestras de ser un mero “matrimonio de conveniencia” entre dos corrientes políticas (que no ideológicas) luchando por el poder. Después de pocos meses, las relaciones dentro del gobierno se han tornado tormentosas, gracias a constantes guerras de palabras y desencuentros a diferentes niveles de la administración. Serios escándalos han salpicado a miembros del gobierno, pero éstos no han sido apartados del ejercicio de sus funciones, lo cual ha añadido más frustración entre la ciudadanía, harta de gobiernos ineficientes, de líderes reacios a eliminar la corrupción y de una codiciosa clase política que hasta se jacta de su privilegiada situación (los parlamentarios y ministros de Kenia se cuentan entre los mejor pagados del mundo y la ley los blinda para que estén exentos de pagar impuestos al erario público). Mientras los políticos acaparan riqueza, vastas zonas del norte están asoladas por la sequía y hombres y animales sufren hambre.

Situación preocupante

La situación general del país es extremadamente preocupante, con una corrupción que no cesa, con una mafia local (Mungiki) extorsionando negocios y servicios, aparte de haberse convertido en un grupo violento con métodos sanguinarios y con unos ineficientes cuerpos de seguridad bajo sospecha de llevar a cabo numerosos arrestos y asesinatos ilegales que quedan por investigar. Existe un justificado miedo a que, al amparo de estos factores, la violencia étnica retorne en el futuro de la mano de políticos locales y dirigentes tribales que, “por si acaso”, han hecho ya acopio de armas.

En los días de violencia post-electoral, las Iglesias cristianas jugaron un decepcionante papel por su tibieza y una clara falta de determinación y de imparcialidad. Posteriormente, pidieron perdón a los cristianos por no haber sido puntos de referencia moral en momentos de generalizada zozobra. Ahora han tomado posiciones más claras, alzando su voz contra la desidia del gobierno y amonestando “a un moribundo presidente y a un ine-ficaz primer ministro”, según las palabras del Consejo Ecuménico de las Iglesias. 

En los últimos días, una asertiva carta pastoral de la Conferencia Episcopal ha enumerado los problemas más importantes: la falta de liderato político, las actitudes corruptas de la clase política, el deterioro de la ética social, la violencia y el hambre. En un estilo claro y decidido abogan por la regeneración moral, un renovado liderato, la superación del tribalismo y la efectiva lucha contra la inseguridad y la violencia. Ante los políticos enzarzados en prolijas discusiones sobre el año 2012 (la fecha de las próximas elecciones), afirman que la Kenia de 2009 tiene problemas muy acuciantes que requieren soluciones inmediatas.

Los analistas políticos coinciden en que éste es un momento crítico: la coalición gubernamental, o toma las riendas del país con una renovada autoridad moral, o las peleas internas llevarán a unas elecciones anticipadas que -dado el claro deterioro de la estabilidad política y social- pueden ser el origen de nuevos conflictos y de un mayor derramamiento de sangre.

En el nº 2.663 de Vida Nueva.

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