Un papel más pastoral de las nunciaturas

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JUAN RUBIO | Se dice y comenta que, más pronto que tarde, el Vaticano podría acometer algunas reformas en los ámbitos de la diplomacia eclesiástica, y especialmente en lo que se refiere a la misión de los nuncios y legados pontificios en los respectivos países o en los organismos internacionales.

Andan con ello revueltas algunas púrpuras en los aledaños de la Secretaría de Estado y en la Academia Pontificia, fábrica de diplomáticos eclesiásticos, en donde se viene susurrando que “los grados son los grados y ni el Papa debería saltárselos”.

No creo que haya que alarmarse con estos supuestos cambios que afectarían, al parecer, más a su tarea en relación con las Iglesias locales de cada país que a su papel con los gobiernos. Cada país tiene sus peculiaridades y cada nunciatura su misión específica, siempre relacionada con el trabajo por la paz y el diálogo y dedicada a poner voz a la Iglesia.

Especialmente significativa se hacen estas legaciones en lugares de pobreza y en países en donde los derechos humanos brillan por su ausencia. El papa Ratzinger les pidió en varias ocasiones a los diplomáticos eclesiásticos un papel más de trascendencia espiritual que de gestión política.

Ya fue este el papel de las nunciaturas, un tema debatido tras el Vaticano II. La creación de conferencias epicopales podría poner en un brete la misión de estas sedes diplomáticas y, en muchos lugares, podrían verse como oficinas de control de los obispos.

En ocasiones, como sucedió en España a finales de los años 80, el papel de control llegaba a ser desesperante para muchos obispos, teólogos, religiosos y laicos. La figura del obispo conciliar y la tarea de las conferencias episcopales abrirían cauces importantes de relación con Roma, antes más atribuidas a nuncios.

Lo que ahora se pretende en Roma, por un interés especial del Papa, que tiene su propio criterio sobre la misión de los nuncios, entre los que cuenta con buenos amigos y a los que ha promocionado en el ámbito pastoral más que diplomático, es esta vertiente pastoral de sus misiones, sin que parezca injerencia. Cuestión dificil la que se les pide. La reforma sería pastoral y afectaría a la presencia en organismos internacionales.

El lunes pasado, con motivo del Día del Papa, tuvo lugar la tradicional recepción en la sede de nunciatura de Madrid. Al anfitrión, Renzo Fratini, se le veía contento y relajado saludando y conversando con los invitados al pie de la escalera principal del edificio de la avenida Pío XII.

Buena y amplia representación de la Iglesia española; menos obispos que otras veces, muchos menos. Y de cardenales, esta vez solo Rouco Varela. Y, también el nutrido grupo del cuerpo diplomático.

No faltaron políticos, aunque en el mismo tono. Estuvieron Jesús Posadas, presidente del Congreso, y Jorge Fernández, a quien vienen llamando “el perejil del PP en las salsas eclesiásticas”. Y otros asiduos expolíticos de la UCD.

Hubo algo destacado que el nuncio debe anotar en su “haber”: la presencia de muchos laicos de diversas asociaciones. No era la recepción excesivamente eclesiástica. Un buen día para tomar pulso, notas e intuir los cambios que, aunque se retrasan, llegarán. Sin duda.

En el nº 2.901 de Vida Nueva

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