(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
A los jesuitas se les pide que trabajen en las fronteras, que pongan sus tiendas a la intemperie, que exploren nuevos caminos y que avancen en la espesura de diálogo a la zaga de la verdad. No es su capricho, sino su servicio. Siempre estuvieron ahí, y es ahí en donde reciben los zarpazos y bofetadas de la ignorancia ilustrada, enseñoreada en tantas poltronas. Últimamente, sus incursiones en el campo de la bioética son vigiladas con la sospecha por sistema. Mientras que en Comillas se andan con pies de plomo en estas cuestiones y en Barcelona el Instituto Borja de Bioética está en el punto de mira, blanco de la ira ultracatólica, no paran de sonar teléfonos en los centros de la Compañía, amonestando con ese dedo índice tan peculiar. Voces “autorizadas” que no dan la cara y que invitan al silencio claustral o a la sumisa corrección por escrito. Se les pide ser plataforma de diálogo entre la fe y otras visiones del mundo y, cuando se ponen manos a la obra, se les obliga a callar. Hay malestar y, ya en la Curia Generalicia de Roma, han empezado a hartarse de esta monserga hispana contra los jesuitas, procedente de quienes no pudieron amordazarla cuando vivían en su seno.
- La crónica del director: Universidades jesuitas, sustantivo y adjetivo
Publicado en el nº 2.720 de Vida Nueva (del 11 al 17 de septiembre de 2010).