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(Chema Caballero– Misionero javeriano en Sierra Leona)

“Sería bonito que estas congregaciones, siguiendo las huellas de sus fundadores y fundadoras, dieran el salto a África y redescubrieran su carisma original ofreciendo oportunidades a los más necesitados y, así, harían realidad el sueño de la educación primaria universal”

El verano va tocando a su fin, las vacaciones casi pertenecen al pasado. Se inicia un nuevo curso lleno de esperanzas e ilusiones. Eso también indica que los colegios se abren de nuevo y los niños y niñas vuelven a llenar las aulas. Ahora mismo, la mayoría de los padres están haciendo cábalas para poder comprar a sus hijos e hijas todo el material escolar que necesitan.

También en Sierra Leona, como en tantos otros países africanos, los niños y niñas vuelven al colegio. En ese país africano, el 43% de la población tiene menos de 15 años y más de la mitad de esos menores no podrá asistir al colegio durante el nuevo curso. Y eso, a pesar de que uno de los Objetivos del Milenio es lograr la educación primaria universal.

Es verdad que cada día son más las niñas y niños escolarizados en los países empobrecidos y que se están haciendo grandes esfuerzos en este campo. Pero todavía queda mucho que hacer. Como sucede con casi todas las grandes campañas de la ONU y otros organismos internacionales, ésta también está abocada al fracaso. No es una cuestión de dinero, es, simplemente, que no hay voluntad política para ponerla en práctica.

Casi todas las congregaciones religiosas que se dedican a la enseñanza nacieron para educar a los más pobres. Con el paso del tiempo, se fueron centrando en las élites y, hoy día, gastan muchas energías en defender sus privilegios y conciertos para realizar una labor que muy bien puede asumir el Estado. Sería bonito que estas congregaciones, siguiendo las huellas de sus fundadores y fundadoras, dieran el salto a África y redescubrieran su carisma original ofreciendo oportunidades a los más necesitados y, así, harían realidad el sueño de la educación primaria universal.

En el nº 2.720 de Vida Nueva.

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