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Francisco Juan Martínez Rojas, delegado de Patrimonio Cultural de JaénFRANCISCO JUAN MARTÍNEZ ROJAS | Deán de la Catedral de Jaén y delegado diocesano de Patrimonio Cultural

“El secreto del ‘éxito’ de una reforma no está en excluir la religiosidad popular, sino en acogerla…”.

La reciente celebración de la Semana Santa ha vuelto a traerme a la memoria la hipótesis de trabajo que estableció en 1975 el historiador alemán Gerald Strauss en un artículo sobre el éxito y fracaso de la Reforma en Alemania, que ratificó posteriormente en un libro.

Strauss defiende que la Reforma luterana no tuvo efectos profundos en las capas populares de la sociedad porque no supo conectar con sus sentimientos religiosos básicos, más cercanos a una religiosidad popular.

Siguiendo este esquema, en 1991, Geoffrey Parker evidenció que el catolicismo postridentino sí logró conectar con los estratos sociales más humildes porque aceptó y purificó prácticas y costumbres tradicionales, no se enfrentó en su totalidad al apego de los fieles a las formas antiguas y ya conocidas de vivir la religión, no dudó en utilizar todos los medios a su alcance: no solo la imprenta, la predicación, el catecismo o las visitas, sino también la pintura o el teatro, y mantuvo en un nivel comprensible para el pueblo los contenidos de la evangelización.

Lo que tanto Strauss como Parker señalan es que el éxito de una reforma religiosa depende de que sepa conectar no tanto con la religiosidad de las élites, sino con la sed de absoluto del pueblo, que constituye un formidable campo abonado para la evangelización.

El secreto del “éxito” de una reforma no está en excluir la religiosidad popular, sino en acogerla, apreciar sus valores positivos e iluminar con el Evangelio los aspectos disonantes que pueda presentar.

En el nº 2.844 de Vida Nueva.

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