Iluminación

(Pablo d’Ors– Sacerdote y escritor)

“La iluminación tiene lugar cuando se ama a los hermanos; y se ama a los hermanos cuando uno se olvida de sí. El olvido de sí, ése es el camino”

Las cosas, todas las cosas empiezan a existir en la medida en que reparamos en ellas; las cosas llegan a su plenitud cuando las miramos y damos gracias por su existencia. Observar no cansa si al observar no corregimos lo que observamos. Vivir con espíritu de desapego el gozo que todo puede llegar a proporcionar no disminuye ese goce, sino que lo aumenta.

El descubrimiento de la inagotable elocuencia de los objetos es un paso aún superior a la revelación que se esconde tras cada persona. Porque el misterio del Creador está escondido en las cosas más secretamente; porque ellas son más humildes y pequeñas; y porque se dejan utilizar, y callan, y no protestan. He tenido que cumplir cuarenta y siete años y viajar por medio mundo para asistir a una revelación que podría haber hallado mucho antes y en cualquier punto del planeta: el acero, la lona, el barro, el lino… ¡Ah, la materia! ¡Si los hombres supieran todo el Dios que cabe en un poco de materia!

La meta del hombre, de todo hombre, es la iluminación. La iluminación no es fruto de un trabajo –por sagrado que éste pueda ser–, sino el regalo inmerecido por la compasión. La iluminación tiene lugar cuando se ama a los hermanos; y se ama a los hermanos cuando uno se olvida de sí. El olvido de sí, ése es el camino: trabajar por el propio aniquilamiento, por la propia desaparición. Curiosamente, el hombre empieza a existir en la medida en que desaparece.

En el nº 2.719 de Vida Nueva.

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