Iglesia santa y pecadora

(Mª Socorro Luquin– San Sebastián) Después de leer la carta del Sr. Manuel Pérez Artacho (VN nº 2.694) y su opinión respecto a la noticia de sacerdotes pederastas en Irlanda, dice que los medios hacen referencia del escándalo de “los” sacerdotes irlandeses como si todos estuvieran implicados en ello, cuando no llegan a cincuenta. Es doloroso aunque hubiera sido sólo uno. La Iglesia latina exige el celibato para el episcopado; para el presbiterado son elegidos hombres creyentes que viven como célibes y tienen la voluntad de guardar el celibato “por el reino de los cielos”, en las orientales no está permitido contraer matrimonio después de haber recibido la ordenación (Catecismo Iglesia Católica, compendio, pág 120, nº 334).

El aspirante al sacerdocio sabe de antemano las condiciones para ser ordenado. También las religiosas prometen conservar su virginidad. En cuanto al matrimonio, los esposos católicos se prometen amor indisoluble y, sin embargo, algunos se divorcian. Además, desde la Creación, el número de mujeres y hombres no ha sido el mismo, por tanto, alguien se ha de quedar sin pareja.

Cuando cita la I Carta de san Pablo a los Corintios (7,9) también en ella se dice: “Quiero que estéis libres de preocupaciones. Y mientras el soltero está en situación de preocuparse de las cosas del Señor y de cómo agradar a Dios, el casado ha de preocuparse de las cosas del mundo y de cómo agradar a su mujer, y por tanto está dividido” (7, 32-34).

No estoy de acuerdo con otros comentarios, pero el Papa y los obispos son quienes valoran los problemas y circunstancias que se presentan y actúan según la inspiración divina, para conducir a la Iglesia creyente por el camino de Cristo.

En el nº 2.704 de Vida Nueva.

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