Hermanitas del Cordero

(Pablo d’Ors– Sacerdote y escritor)

“¿Cómo podré agradecer al Señor el bien que me ha hecho con esta comunidad? Entre esas siete mujeres, como huésped del alma, ese Cristo interior que todos llevamos dentro sale un poco a la luz para revelarse como Señor y maestro, como amigo, como esposo”

Desde hace poco, en la llamada Capilla del Obispo, en la madrileña Plaza de la Paja, vive y ora una pequeña comunidad contemplativa: las hermanitas del Cordero. La imagen del cordero pascual evoca la memoria del pueblo judío abandonando la esclavitud y en camino hacia la Tierra Prometida; evoca al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Acudí a sus vigilias por primera vez hace pocas semanas y, desde entonces, he vuelto cuantas veces he podido y siempre con el espíritu estupefacto y sobrecogido. Quiero deciros por qué.

No es sólo que canten bien, aunque jamás haya escuchado antes voces tan hermosas; no es sólo que su liturgia tenga ese ritmo exacto que piden los ritos y que oscila entre lo intenso y lo sobrio, lo clásico y lo barroco; no es sólo que las siete jóvenes que allí cantan y rezan lo hagan poniendo en juego su alma entera, como se revela en sus rostros de consagradas. Es más.

Es que sus palabras rezuman de la sabiduría de los Padres de la Iglesia, tan desconocida, tan necesaria; es que quien asiste a estos oficios comprende que ésa es la Palabra que andaba
buscando, la que el espíritu precisa, la única que puede calmarlo; es que se comprende –porque se siente– el amor loco de Dios, que locamente se hace mendigo de nuestro amor.

¿Cómo podré agradecer al Señor el bien que me ha hecho con esta comunidad? Entre esas siete mujeres, como huésped del alma, ese Cristo interior que todos llevamos dentro sale un poco a la luz para revelarse como Señor y maestro, como amigo, como esposo.

En el nº 2.740 de Vida Nueva.

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