Haití quiere ponerse en pie

NURIA MEROÑO OTÓN | Carmelita Vedruna. Misionera en Haití

Haití se convirtió hace cinco años en la noticia por excelencia. Hoy se halla en el olvido permisivo. Sus gentes, las personas que forman ese gran pueblo, siguen como entonces: luchando día a día, superando la tragedia y mirando hacia el futuro. Uno de sus grandes deseos es emigrar a otro país, iniciar una nueva vida, mejorar su situación económica y social; en definitiva, ¡vivir!

Hoy podría decirse, como hace cinco años, que Haití sufre un gran problema: la gobernabilidad del país. Se ha cesado al primer ministro y nos encontramos con un vacío de poder. La oposición está saliendo a la calle cada día pidiendo la dimisión del presidente Michel Martelly.

Mientras tanto, el pueblo continúa esperando trabajo, comida asequible –ya que los precios están por las nubes–, una vivienda digna… Continúa esperando esa reconstrucción tan esperada. La reconstrucción generadora de esperanza e ilusión. La reconstrucción que no llega y que no pone sus pies en Haití. Hay que reconocer, en este sentido, que el presidente Martelly ha seguido una pauta de sus antecesores: no ha olvidado la obra pública, visible en construcciones de calles y carreteras, no así en la construcción de edificios ministeriales.

Cinco años después, ¿qué ha cambiado desde aquel trágico día cuando miras en lo cotidiano? Si te vas de paseo por Puerto Príncipe, encontrarás en las calles secundarias escombros que recuerdan el terremoto, casas apuntaladas y ruinosas. También –¡cómo no!– los bancos más importantes en funcionamiento, grandes almacenes igualmente reconstruidos y grandes mansiones totalmente rodeadas del muro que las separa del entorno.

Fonds Parisien, la zona en la que yo vivo y me muevo, es totalmente rural, con pequeñas casas o, más bien, chabolas de paja y barro y otras de bloques de cemento. No hay casas de dos pisos ni un supermercado donde poder escoger algún producto básico, no hay, por supuesto, ni agua en las casas, ni alcantarillado, ni luz, ni… Todo igual que hace cinco años. Pero sí contamos con una escuela nueva, que acoge a 200 niños entre 3 y 12 años. En Fonds Parisien, tan solo hay un colegio público para una población de 35.000 habitantes. Tenemos también una asociación para el desarrollo de la zona y un numeroso grupo de trabajadores agricultores, además de una pequeña granja llevada por mujeres, con lo cual tenemos aseguradas verduras y proteínas para los niños de la escuela.

Afortunadamente, no todo permanece igual que después del terremoto. Hay un pueblo que quiere ponerse en pie, que quiere avanzar en la educación de sus hijos, en la salud, en la esperanza de una vida nueva. Precisamente, los hay que seguimos creyendo en un nuevo Haití, y este nuevo Haití viene de la mano de algo tan sumamente importante como es la educación. Educación de calidad para todas y todos los que formarán las generaciones siguientes, los que ya están en las aulas y precisan de nuevas metodologías, nuevos medios pedagógicos, nuevas tecnologías.

Un reto con futuro.

En el nº 2.926 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

 

Compartir