Hablar por hablar (o escribir), no

JUAN CIPRESA (SAN SEBASTIÁN) | Libros, páginas en revistas religiosas, sermones, conferencias, programas en la radio… Todo ello para hablar y abundar sobre misterios como la redención, la Trinidad o el pecado original. Pero Jesucristo dejó estos puntos solamente indicados, sin mostrar el menor mandato o insinuación de que nosotros debiéramos desentrañarlos (son un misterio, ¿no?). Y, además, el Señor nos deja bien claro que lo que afecta a que unos hombres se salven y otros se condenen es su comportamiento cristiano y no su “saber” sobre dichos temas o misterios.

A lo mejor, muchos de nuestros sesudos clérigos quieren justificar su existencia, puesto o cargo hablando (o escribiendo) sobre lo que sea, no vaya a ser que la gente les tome simplemente por “unos sacerdotes más” que celebran la Santa Misa (si es que la celebran), administran los sacramentos y… poco más.

Luego nos dolemos de que pasen cosas como esta (un ejemplito entre mil). Mi vecino, que, como casi todos los niños y jóvenes de su generación, era más o menos creyente, ahora resulta que no lo es. Y cuando le preguntas por el cambio que ha dado, te salta con esto: “¿Por qué Dios tuvo que entregar a la muerte a su Hijo para salvarnos? ¿Por qué mi hijo o nieto, angelical criatura, resulta que no es tan angelical, a no ser que sus padres decidamos bautizarlo?”.

Por favor, señores, ladeemos los misterios (algunos, en realidad, no lo son tanto) y centrémonos en lo que Dios quiere que nos centremos. Aunque esto nos lleve a no hablar ni escribir tanto sobre lo que no sabemos tanto… y ni el Señor mismo ha querido explicárnoslo tanto.

En el nº 2.296 de Vida Nueva

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: vidanueva@ppc-editorial.com

Compartir