Habemus Papam

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Benedicto XVI conoce muy bien cuál es su oficio y nos lo ha demostrado, una vez más, con la fortaleza de la fe y el servicio a la Iglesia. Su presencia en medio del pueblo afianza la fe y hace que renazca la esperanza…”.

¡Vaya si lo tenemos! Corrían habladurías y rumores acerca de la salud del Papa, de sus limitaciones y de su fatiga. No había motivo para ello, excepto el de la edad. Que pone las limitaciones naturales propias de los años. Pero ya se sabe de la facilidad con la que se agranda la bola de la presunción y de la murmuración.

El más claro mentís, aunque innecesario, acerca de todas esas sospechas de debilidad ha llegado de lo que se ha visto y oído en los recientes viajes pastorales de Benedicto XVI a México y a Cuba. Dos países que están pasando por serias dificultades. En México, el terrorismo, el narcotráfico y la violencia están causando verdaderos estragos sociales y unos inconsolables sufrimientos a las gentes.

La situación de Cuba es conocida, aunque de cuando en cuando nos llegan algunas noticias esperanzadoras, especialmente por la firmeza, la mediación y la defensa que hacen los obispos cubanos en favor del reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas.

El Papa llegaba a México y hablaba, de una manera clara y valiente, sobre la convivencia social, la dignidad de toda persona, el derecho fundamental a la libertad religiosa, la necesidad de transformar estructuras que parecen inconmovibles e insuperables, de avanzar en la construcción de una sociedad con buenos cimientos de bien, amor y justicia.

En Cuba, advertiría el Papa que la sociedad tiene necesidad de una ética en la que el centro sea la persona, con sus exigencias individuales y sociales, espirituales y religiosas, y que no sean manipuladas por estrechos intereses.

Hace poco tiempo, y con motivo del consistorio para la creación de nuevos cardenales, Benedicto XVI se reunía con el Colegio Cardenalicio. El Papa escuchaba las distintas intervenciones acerca de la situación actual y de los retos y desafíos que se presentan a la Iglesia. Todos quedamos sorprendidos del conocimiento de la situación y de la agilidad con que el Santo Padre respondía con su magisterio a las distintas cuestiones.

El papa Benedicto XVI conoce muy bien cuál es su oficio y nos lo ha demostrado, una vez más, con la fortaleza de la fe y el servicio a la Iglesia. Su presencia en medio del pueblo afianza la fe y hace que renazca la esperanza. Su magisterio, profundo y lúcido, pone luz y criterio ante los acontecimientos del presente.

Decía Benedicto XVI: “Vengo a Cuba como peregrino de la caridad, para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren, sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles, y de modo especial, de los jóvenes y los ancianos, de los adolescentes y los niños, de los enfermos y los trabajadores, de los presos y sus familiares, así como de los pobres y necesitados” (Santiago de Cuba, 26-3-2012).

En el nº 2.797 de Vida Nueva.

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