Geografía episcopal o el poder estratégico

(Juan Rubio)

Se demora la provisión de sedes vacantes en algunas diócesis españolas. Crece el malestar. Hacía tiempo que no se veían tantas iglesias locales a la espera de pastores. Habría que remontarse a los años en los que, para regatear el derecho de presentación de obispos, se nombraban auxiliares, que no tenían que pasar el trámite. Así nacieron muchos de los obispos postconciliares que ahora se jubilan. Ha llovido mucho desde entonces, pero otro derecho de presentación no escrito, extiende su sombra alargada sobre la mesa en donde se nombran, en la Congregación para los Obispos, cuyo titular, el cardenal Giovanni Battista Re, prepara maletas. ¿Quién veta las ternas que llegan de España? ¿Quién decide? ¿Quién diseña? Hay quien, con retranca, suele decir que en la Congregación son una veintena de cardenales y no uno sólo.

No hay nada más que repasar las diócesis vacantes: Ourense, Teruel, Jaca, Huesca, Tarazona, Palencia, Bilbao. Mientras se espera un auxiliar para Santiago, se concede uno inesperado a Terrasa y salta el bulo de otro en Sevilla. En Valencia se especula sobre nombramientos de auxiliares, exportando a alguno actual, y Guadalajara y Cádiz están en la lista de espera. Los nombramientos de Córdoba, Oviedo y San Sebastián han mostrado quién manda en la Iglesia española y quién tiene el privilegio de presentación, no escrito pero arrojado desafiante sobre la mesa. En Guadix, un verso suelto encendió la esperanza, y en Bilbao aún se piensan qué hacer con Iceta. Hay obispos que se creen con derecho a ocupar sedes concedidas a advenedizos y otros se sonríen recorriendo sus diócesis, sabedores de que se desposaron con ellas y allí terminarán.
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Pero el caso más extraño es el de Aragón. Seis diócesis conforman la provincia eclesiástica de Zaragoza y sólo hay dos sedes con obispos, Zaragoza y Barbastro. Las cuatro restantes siguen vacantes, después de servir de laboratorio, tras la intentona de barrer un estilo instalado junto al Ebro. Al de Teruel lo sacaron para solucionar el problema de Murcia. A los de Jaca, Huesca y Tarazona los promocionaron, y en Zaragoza el arzobispo Ureña se resiste a nombrar auxiliar. Nunca una provincia eclesiástica se había visto tan desmantelada.

Se espera que Roma haga algo, una vez resuelto el recambio de Re, al parecer, por el cardenal George Pell, un hombre con escasos conocimientos de Europa y de sus lenguas, pero con el asesoramiento del cada vez más influyente ex nuncio en España, y actual secretario de la Congregación, Monteiro de Castro.

La geografía episcopal se mueve en un tablero de estrategias con obispos asomándose a la ventana en busca de promoción; otros, felices y contentos en su ostracismo; y algunos otros haciendo cordadas para la sucesión. El perfil de los nuevos prelados está claro: conservadores en lo dogmático, dialogantes con una cultura determinada, con cierto gusto estético y con una probada fidelidad, sin oscuros rincones en sus biografías y garantes de una pastoral de conservación. Mientras tanto, el Papa, como el “llanero solitario”, predica contra el carrerismo eclesial y rubrica la bula de nombramientos.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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