Fundamentalismo laico

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Dios ha quedado secuestrado por el agnosticismo. Por esa incomprensible presunción de poner límite al conocimiento y a la posibilidad de un horizonte sin medida. En definitiva, Dios es un rehén de la volubilidad humana, que lo maneja a su capricho y conveniencia. De aquí proviene esa dictadura ideológica que abarca ese amplio abanico, que va desde la liberalidad más absoluta, sin ética ni moral, al fundamentalismo más combativo.

En una contradictoria paradoja, presume de progresismo y apertura, pero no deja de tomar actitudes reaccionarias e integristas. El fundamentalismo islámico se considera como el paradigma de una postura religiosa ultraconservadora y con una militancia agresiva, no exenta de finalidades nacionalistas.

Pasando a lo cristiano, el fundamentalismo laico hace todo lo posible por secuestrar la libertad religiosa, metiendo lo confesional en las más oscuras sacristías. Precisamente ellos, los laicistas, que son tan defensores de “lo público”. Viene después lo de arrimar la opinión a su capricho, llegando incluso a decir que “si Jesucristo viviera ahora”, pensaría y actuaría como ellos pretenden. Jesucristo es intemporal. Vive, y su mensaje está vigente y es confesado y seguido por millones de personas.

Para el fundamentalismo laico, el gran enemigo es la institución religiosa, a la que se trata de marginar y de poner todas las trabas posibles para que pueda llevar a cabo su trabajo por la dignidad de las personas, el reconocimiento de sus derechos, la educación, las obras asistenciales y de caridad.

Después, otra paradoja más, se exhiben y citan los números y estadísticas sobre la marginalidad, la exclusión y la pobreza que provienen de estudios realizados por instituciones de la Iglesia católica, como Cáritas, por ejemplo. No creo que lo hagan para reconocimiento y alabanza de la exigencia evangélica del cristiano, sino como argumento y piedra arrojadiza contra el contrincante político, al que reprochan la mala situación en que se encuentra la sociedad por culpa de quienes gobiernan.

Existen, ciertamente, muchas y variadas formas de fundamentalismo, desde el que manipula lo religioso en beneficio de su propia ideología y deseo de poder, hasta el político que ahoga una verdadera democracia reduciéndolo todo a un programa partidista. Para ser libres nos ha liberado Jesucristo. Y la verdad nos hará libres. La corrupción más letal es la que lleva a dejar de ser lo que uno tiene la obligación de ser: una persona leal a sus principios y respetuosa con el pensamiento y actitudes de los demás.

En el nº 2.997 de Vida Nueva

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