Fray Junípero

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Cruz y espada, pero no las del proselitismo ni las de la imposición a la fuerza, ni las de la conquista imperialista. La primera, la cruz, como deseo y urgencia, según la vibrante expresión paulina: ¡Ay de mí si no evangelizare! ¿Y qué voy a hacer, si esto es lo que da razón a mi vida? Ni temor ni miedo a marginaciones y castigos, sino ansias insaciables de servir a Jesucristo. Lo de la espada se explica mejor con la transverberación de santa Teresa, cuando se siente herida en el corazón por el dardo del ángel y no puede resistir el fuego del amor divino que le quemaba hasta los huesos.

La cruz es contradicción y la espada con doble filo. No fue fácil la vida de este franciscano mallorquín canonizado por el papa Francisco. Su preparación intelectual le llamaba al escritorio. El amor a Jesucristo le conducía hasta aquellos hombres y mujeres que no conocían el Evangelio, la nueva noticia que Dios quería para todos. Esta espada de dos amores que habrían heridas en el afán misionero de fray Junípero.

Esas contradicciones de ayer han recorrido el tiempo y se quieren presentar ahora como una figura controvertida. Las circunstancias y los momentos pueden ser discutidos; las actitudes virtuosas de fray Junípero, irrefutables. El misionero anunciaba la fe de Jesucristo con la misma sinceridad y pasión que denunciaba las injusticias y vejaciones que se hacían con las personas. A él se debe la redacción de un informe pedido por las autoridades que es considerado como la Carta de los Derechos de los Indios.

Los tiempos olvidan y renuevan los modos y formas de hacer, se perfeccionan, se revisan, se cambian si es necesario. Y alegrarnos hemos de ello, pues denota la capacidad del hombre para comprender y evolucionar, para buscar todo aquello que puede contribuir mejor a que resplandezca la dignidad del hombre y su bienestar. Más allá de todas esas turbulencias y críticas, no siempre desinteresadas, sobre la figura del misionero franciscano, ahí quedan su obra y virtud incuestionables. Es la vigencia del amor cristiano y del incansable trabajo por defender la justicia y el derecho.

El papa Francisco ha reconocido la virtud eximia de fray Junípero como modelo para una Iglesia que es universal y misionera. Por su nombre, el nuevo santo nos lleva hasta los primeros capítulos de la fraternidad que fundara Francisco de Asís. Todos los hombres y mujeres, los animales y las plantas, las tierras y cuanto existe es obra del mismo Creador. Esta es la razón y el motivo que tenía el Poverello para considerar a todos hermanos.

El cuidado de la creación fue la gran encomienda que el franciscano mallorquín había recibido, igual que su padre san Francisco. Y sabía muy bien que entre todas las criaturas ninguna más digna de atención que el hombre. Por eso fray Junípero, ahora san Junípero Serra, será modelo a imitar y eficaz intercesor en el cielo.

En el nº 2.957 de Vida Nueva

Compartir