Francisco necesita a Clara

MIRIAM DIEZ BOSCH | Facultad de Comunicación Blanquerna

El papa Francisco no relega a la mujer a papeles simbólicos ni abusa de seculares analogías marianas: quiere una presencia capilar femenina y ver a “muchas mujeres” en lugares de acompañamiento, reflexión teológica, pastoral, organización y gobierno… Ahora lo ha dicho en la Plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura, pero no es un exabrupto espontáneo ni un discurso enlatado: su pontificado está tejido por la voluntad de visibilizar y valorar a las mujeres en la Iglesia y en la sociedad.

Especialmente significativo de su discurso es el uso de las preposiciones: no se trata de luchas ideológicas “contra”, sino de trabajar en la perspectiva del “con”, de la relación. Y no se trata de que las mujeres se sientan huéspedes, sino “plenamente partícipes de los varios ámbitos de la vida social y eclesial”. El Pontífice no esconde ni minimiza la cuestión femenina en la Iglesia, ni se olvida de que es también en otros ámbitos de la sociedad donde hay que trabajar.

Francisco ha subrayado el “rol fundamental de la mujer en la familia” y ha citado su “delicadeza, peculiar sensibilidad y ternura” como “fuerza genuina para la vida de las familias”. En estas palabras no difiere de discursos de pontífices anteriores.

“La Iglesia es mujer”, es “la” Iglesia, no “el” Iglesia, evoca de manera novedosa Bergoglio, sin esconder la preocupación de la subordinación de la mujer al hombre como problema “secular” que arrastra todavía “efectos negativos”. Condena, en este sentido, formas de esclavitud, mercantilización y mutilaciones del cuerpo de la mujer.

Quiere también que las mujeres hablen en los sínodos. Si lo hizo Catalina de Siena en el siglo XIV, ¿cómo no lo van a hacer ahora las mujeres en pleno siglo XXI? Es una de las constataciones que la historiadora Lucetta Scaraffia ha lanzado en la conclusión de dicha plenaria, dedicada esta vez a Las culturas femeninas entre igualdad y diferencia.

Scaraffia, escritora de L’Osservatore Romano y fina observadora de la historia de la mujer en la Iglesia, recuerda que, para que la Iglesia se abra a la presencia femenina, no basta con “nombrar a mujeres en lugares de autoridad”, sino que es necesario repensar el papel de la mujer en la historia de la Iglesia, que permita construir una Iglesia con dos almas, la femenina y la masculina, conduciéndola a una unidad que no esté fundada solo por la “supremacía masculina”. Es intrigante oír estos discursos intramuros en el Vaticano, y es posible por esta ‘era Francisco’, en que la mujer ya no es un “tema” o una ausencia, sino que va penetrando en discursos y acciones.

Francisco apuesta por alentar y promover la presencia “eficaz” de las mujeres en tantos ámbitos de la esfera pública, en el mundo laboral y en “lugares donde se toman las decisiones más importantes”, armonizándolo con la vida familiar. El Papa hilvana un discurso delicado sin romper platos, pero sin ahorrar evidencias, y eleva el tono y la exigencia: en el fondo les está diciendo a los pastores que se espabilen y empiecen a movilizar fuerzas femeninas en sus estructuras y realidades. El que tenga oídos para oír…

En el nº 2.929 de Vida Nueva

 

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