Formación permanente o debate teológico

auditorio formacion sacerdotes religiosos religiosas

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JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | La formación permanente del clero, como sucede en tantos otros ámbitos de la Iglesia y de la sociedad, es importante. Cada vez es mayor el tiempo y el esfuerzo dedicado a esta necesidad en una sociedad acelerada y que va pidiendo pastores que sepan dar razón de la fe que proclaman. Formación humana, espiritual, intelectual y en la caridad pastoral. Las diócesis se han puesto las pilas y han sido muchas y válidas las iniciativas en este sentido.

Precisamente ahora que se va conociendo mejor la figura de san Juan de Ávila, con motivo de su próxima declaración como doctor de la Iglesia, el tema de la formación permanente del clero es de gran actualidad. Él puso en el camino muchas iniciativas en este sentido desde los convictorios sacerdotales por él diseñados.

Estos cursos no pueden ser secuestrados por líneas unidimensionales, como ha sucedido en Andalucía
, en donde la formación permanente de las dos provincias eclesiásticas –que se ha venido celebrando tradicionalmente en Aguadulce (Almería) y, después en Cádiz, durante largos años– ha sido desmantelada lentamente por una visión parcial, muy parcial, que ofrece adoctrinamiento más que formación. Un réquiem por aquellos cursos organizados por los delegados del Clero es lo único que queda ya por hacer.

Han vuelto aires distintos. En otros lugares, la formación permanente ha sido entregada a grupos ideológicos marcados por los nuevos movimientos, mientras los curas ven cómo se les sustrae la espiritualidad propia del sacerdote diocesano en manos de legítimas, pero excluyentes, espiritualidades. En otros lugares son determinadas facultades de Teología las encargadas de hacer los programas, mientras otras son estigmatizadas e incluidas en el Índice.

La formación permanente no es adoctrinamiento ni catecismo puro y duro, sino un armario con el que revestirse para poder dar razón de la fe. Las materias que se imparten deben servir al común más que a una élite, y deben ayudar a los sacerdotes en la briega pastoral, más que en el laboratorio de ideas. Estas formación no es para doctorandos, sino para pastores.

En Bilbao ha habido malestar por la decisión del obispo, Mario Iceta, de no aceptar al teólogo gallego Torres Queiruga en un curso del Instituto Diocesano de Pastoral. Las razones del prelado han sido que el tema de la conferencia no era el adecuado para lo que debe ser la formación permanente en la diócesis; algo de lo que él es responsable y debe ser el primer conocedor, trabajando codo con codo con los organismos diocesanos.

¡Un Instituto Diocesano de Pastoral no puede ser ajeno al obispo! Iceta ofreció realizar un debate teológico, formato en el que encajaría mejor la propuesta. Se armó el conflicto. Estas confusiones llevan a estos desajustes que, en el fondo, tienen otras aguas.

Ni el adoctrinamiento ideologizante de algunas diócesis ni el exceso de una determinada teología en otras. Cuando se llega a estos extremos, se rompe el sentido común y se abren batallas absurdas. Hoy se necesitan espacios que aborden temas desde la Teología Pastoral. Lo otro son excelsas teologías, altas teorías. Para ello están los centros de estudios. Una cosa es el debate teológico y otra bien distinta la formación permanente. Sin confundir.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.778 de Vida Nueva.

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