(Nuria Calduch-Benages– Misionera de las Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret y experta en Sagrada Escritura)
“Sorprende y preocupa la gran ignorancia sobre las cuestiones elementales de la Biblia (muchos dudan sobre si Jesús ha escrito algún libro de la Biblia o si Pablo es autor de algún evangelio). A esta ignorancia material hay que añadir una ignorancia espiritual”
Con este sugerente título acaba de salir a la luz una publicación sobre el libro más leído del mundo. En realidad, se trata de una encuesta a nivel mundial organizada por la Federación Bíblica Católica que se realizó entre noviembre de 2007 y junio de 2008 con vistas a la celebración del Sínodo sobre la Palabra de Dios. El tema principal era la lectura de la Biblia presentada desde diversos ángulos. La encuesta se llevó a cabo en doce naciones de Europa, América y Asia, tomando una muestra representativa de la población adulta y otra de los cristianos “practicantes” que habían declarado su participación en la misa dominical “al menos dos o tres veces al mes”. Cabrían mil comentarios a los resultados obtenidos en dicha investigación, pero me voy a limitar a aquéllos que más impacto me han causado.
Por un lado, sorprende y preocupa la gran ignorancia sobre las cuestiones elementales de la Biblia (muchos dudan sobre si Jesús ha escrito algún libro de la Biblia o si Pablo es autor de algún evangelio). A esta ignorancia material hay que añadir una ignorancia espiritual, que afecta directamente al valor mismo de la Sagrada Escritura. Decía san Jerónimo: “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”. Y aunque preferiría que no fuera así, España obtuvo el índice de conocimiento de la Biblia más bajo (17%) de los países europeos.
Por otro lado, un porcentaje muy alto de entrevistados se declara en favor de la enseñanza de la Biblia en los programas educativos de las escuelas. Y esto es muy buena señal. A pesar de todo, muchos están convencidos de que sin “el léxico de nuestra cultura occidental” (definición de la Biblia según el poeta Paul Claudel), no podemos comprender nuestro arte, nuestra cultura, nuestra historia, en definitiva, nuestra identidad.
En el nº 2.690 de Vida Nueva.
