Familias felices e infelices

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

La fiesta de la Sagrada Familia llega en el corazón de la Navidad como fuego que alumbra, caldea y quema. “Todas las familias felices se parecen, pero las infelices, lo son cada una a su manera”, dice Tolstoi al comenzar Ana Karenina. Cada familia es un mundo. El hogar se resiste al encuadre interesado o al uso publicitario que muestra familias bellas, confortables, consumistas, alejadas de la realidad. El fuego hogareño arde también en familias ajadas por el desajuste económico, el hambre en la amanecida y el frío al anochecer. Se alimentan del amor que comparten, incluso en medio de las dificultades, tan humanas, tan de barro y tan entrañables a veces. También vibran con el gozo de ver crecer a los hijos y anudarse con el paso de los años tras compartir vida, dones y bienes. Enseñaron a volar, dejando a cada uno su propio vuelo. Invitaron a soñar, sin imponerles el sueño, y a vivir, aunque con su misma vida; y en cada vuelo, en cada vida y en cada sueño, dejaron la huella del camino enseñado. Las familias españolas, como todas, se igualan en la felicidad y se singularizan en la infelicidad. No hay que alarmarse creyendo que la deriva laicista española nos hace únicos, diferentes, peculiares, alimentando la Leyenda Negra hispana que hace creer que el modelo cristiano de familia hace aguas en la Península. Aquí la Iglesia sigue compartiendo el gozo de las familias felices y ayudando, en su diversidad, a las infelices. El modelo que nos trae Belén no se ajusta a caprichos y es tan rico que en él caben incluso aquellos que se sienten desalojados de la casa por excluyentes ortodoxias.

Publicado en el nº 2.688 de Vida Nueva (del 19 al 31 de diciembre de 2009).

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