Escuelas y hogares en apuros

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

No se puede generalizar, pero es evidente que en nuestras aulas y en nuestros hogares se ha producido una especie de ‘revolución joven’, que tiene inseguros y encogidos a padres y profesores.

Después de un tiempo de autoritarismo en lo político y de patriarcalismo en lo social –cuando el padre tenía la última palabra en el hogar; el maestro, en la escuela, y el párroco, en la iglesia–, con la llegada de la tan esperada democracia, hemos dado un bandazo, defendiendo ahora, de manera simplista, el principio de igualdad de todo ser humano, y rechazando todo lo que suene a deberes, a ley y autoridad.

No se puede generalizar, pero es evidente que en nuestras aulas y en nuestros hogares se ha producido una especie de revolución joven, que tiene inseguros y encogidos a padres y profesores. Y así, mientras el padre aspiraba ingenuamente a ser el mejor amigo de su hijo, el rey de la casa se ha convertido en el tirano de la casa. Según una encuesta difundida por los Protestantes Evangélicos en Radio Nacional, en unos 3.500 hogares españoles se practica la violencia moral contra los padres. El principio de no castigar ni corregir por no acomplejar al niño es el que les ha hecho el mayor daño, dejándoles sin madurar, sin capacidad de autogobierno frente a las contrariedades de la vida.

Otra consecuencia errónea que se ha inculcado, partiendo de una concepción simplista de la igualdad de todos, es recordar nuestros derechos con frecuencia, olvidando nuestros deberes, de los que no solemos hablar casi nunca.

Para el equilibrio de la sociedad, necesitamos revalorizar y fomentar el sentido del deber en todos los aspectos de la vida, y no menos, por cierto, en la vida cristiana y eclesial, aunque también en este campo tenemos la ventaja de la caridad y la humildad, que sirven para todo, también como fomento y fundamento de la familia y de la escuela, recordando que Jesús fue obediente hasta la muerte, de Nazaret hasta el Calvario.

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.671 de Vida Nueva.

Compartir