Esclavos voluntarios

(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Es fundamental alertar a nuestros cachorros para que no se metan en la boca del lobo. Mucho se estará  haciendo, pero todo será poco, y conviene insistir de mil maneras”

Hace ya varios días que escuché por la radio el testimonio de un profesor madrileño, que había pasado una noche en un botellón, con el fin de conocer por una vez de cerca aquel ambiente en el que se movían sus alumnos, y el relato era escalofriante.

La última moda es el tren de gran velocidad (T.G.V.), como un juego, pensado especialmente para la iniciación de los novatos, que consiste en beberse primero un vaso de tequila; después, otro de ginebra, y, si el novicio no ha caído redondo al suelo todavía, meterse un lingotazo de vodka, que le da la puntilla.

Lo peor, además, es que en esos ambientes el alcohol suele ir unido con la droga, buscando nuevas sensaciones. Y como el cuerpo termina habituándose, cada vez necesita una dosis mayor para llegar a la subida y al subidón, al que luego sigue inevitablemente el bajón o el bajonazo. Una chica le confesaba que empezó con una pastilla, y en aquel momento necesitaba ocho. Al preguntarle que de dónde sacaba lo que aquello costaba, señaló sin escrúpulo hacia su propio cuerpo.

Lo más triste de todo es que a eso le llaman disfrutar de libertad, que en esos casos viene a ser la libertad de echarse encima unas cadenas -la drogadicción, el alcoholismo, el sexo compulsivo y promiscuo, la ludopatía, etc.- que tendrán que arrastrar ya mientras vivan.

Afortunadamente, no es así toda la juventud: hay también muchos jóvenes que estudian a fondo, y se cargan de currículos,  preparándose para ejercer una profesión, o que se sacrifican colaborando generosamente en onegés al servicio de los más necesitados.

Por eso, es fundamental alertar a nuestros cachorros para que no se metan en la boca del lobo. Mucho se estará  haciendo, pero todo será poco, y conviene insistir de mil maneras, apoyándose mutuamente la catequesis, la escuela, la familia y hasta los medios de comunicación social. ¡Nunca más esclavos voluntarios!

En el nº 2.647 de Vida Nueva.

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