En recuerdo de Antoni Llidó

JORDI BORT. Correo electrónico | El 29 de abril, Antoni Llidó hubiera cumplido 75 años. Nacido en Xàbia (diócesis de Valencia), fue ordenado sacedote en 1963, siendo destinado a Balones y Quatretondeta, dos pequeños municipios donde despertó el interés de la juventud en aquel ambiente cerrado y opresivo. Con la ayuda de maestros y universitarios, facilitó a muchos el acceso a los estudios.

Como dice Carles Solà en el libro Antoni Llidó. Epistolari d’un compromís, la trayectoria de este sacerdote fue siempre “de clara implicación, de no aceptar las situaciones injustas. De luchar contra ellas con armas poderosas y sencillas: la educación, el conocimiento, la comprensión, el amor o la alegría inmensa del compromiso”.

En 1966 se negó a votar en el referéndum que pretendía apuntalar a Franco. En julio de 1969 se fue a Chile, donde descubrió la miseria. En su parroquia formó un grupo de cristianos de base y se integró en una asamblea de sacerdotes vinculados a los sectores populares. Su compromiso a favor de los pobres hizo que el obispo de Valparaíso (uno de los primeros en bendecir el golpe de Estado de Pinochet) lo invitara a dejar el país, cosa que él no hizo.

Cuando, en 1973, Pinochet derribó a Allende, Llidó tuvo que vivir en la clandestinidad, siendo finalmente detenido. Hay testigos que afriman que fue llevado a un centro de detención, donde fue torturado. Después fue trasladado al centro Cuatro Álamos, hasta que el 25 de octubre se perdió su pista.

Antoni Llidó, con los obispos Óscar Romero, Juan Gerardo o el jesuita Ignacio Ellacuría, constituye un testimonio de la verdad, frente a la opresión y el despotismo. Se ha dicho que su muerte fue por su compromiso político. ¿Hará falta recordar que el asesinato de Jesús fue debido a su enfrentamiento con los maestros de la Ley?

También J. Popieluzko, sacerdote del sindicato polaco Solidaridad, fue aessinado en 1984 por los agentes secretos del régimen comuista. Pero, a diferencia de Romero, Gerardo, Ellacuría o Llidó, Popieluzko fue beatificado en 2010 y puesto como ejemplo de la defensa de los derechos y de la dignidad humana.

En el 75º aniversario de su nacimiento, Llidó nos habla de defensa de los derechos huumanos y de su apuesta (desde el Evangelio) por la justicia. Su compromiso, que lo llevó hasta la muerte, nos ayuda a ver el futuro con esperanza.

En el nº 2.757 de Vida Nueva.

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