En recreo con Dios

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Todo nos puede hablar de Dios. Él está en la creación, conservándola para nosotros. Por eso, bien podemos mirarlo todo como un regalo de su mano, desde la humilde hierba a las altas estrellas, el árbol o el canario, que Dios conserva para nuestro bienestar”.

Dios nos hizo –¡y nos hace continuamente, sin cesar!– dos preciosos regalos, de un valor incalculable: la creación y la redención, la naturaleza y la Iglesia.

No sabemos si la humanidad podrá dispersarse algún día por planetas cercanos, pero de momento la Tierra es nuestro hogar, un conjunto de maravillas, preparado por Dios para nuestra subsistencia y nuestro recreo. Aun después de haberlo maltratado tanto, todavía conserva una inmensa riqueza y una indescriptible belleza.

Fijémonos, al menos, en dos grandes elementos que solo Dios nos puede dar: el aire y el agua, sin los cuales no podríamos vivir, y que vienen directamente de su mano.

Sin el aire, ¿cómo podríamos oír la música de la guitarra o el canto del jilguero? ¿O cómo soportar la fuerza de los rayos solares sin la envolvente atmósfera, que con sus matices hace posible la pintura, el cine o la fotografía? Y, sobre todo, no podríamos aguantar varios minutos sin tener que respirar para vivir.

En cuanto al agua de la Tierra, viene siempre del cielo, de las nubes, sin precio, sin contaminación, directamente de la mano de Dios. Es alimento y medicina, es higiene y recreo, es fuente de riqueza en la agricultura y de energía eléctrica en los pantanos, etc.

Pero todo nos puede hablar de Dios. Él está en la creación, conservándola para nosotros. Por eso, bien podemos mirarlo todo como un regalo de su mano, desde la humilde hierba a las altas estrellas, el árbol o el canario, que Dios conserva para nuestro bienestar.

El tiempo de vacaciones es siempre más propicio para la cercanía y el disfrute de la naturaleza. Los cristianos podemos vivirla de manera especial como creación, como obra de nuestro Padre, que nos habla no solo de su poder, de su riqueza y esplendor, sino también de su amor hacia nosotros. Dios lo conserva y lo recrea todo para nuestro recreo.

¡Felices vacaciones contemplativas…!

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.761 de Vida Nueva.

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