En esto conocerán…

JUAN MARÍA LABOA | Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas

“¿Qué ha sido lo más importante vivido por la comunidad cristiana durante este año? No tengo ninguna duda: su capacidad de sentir como propias las angustias y tristezas de tantos ciudadanos…”

No se trata de argucias o técnicas para ganarse apoyos y fidelidades, sino de coherencia con los propios principios. El prestigio y la atracción que puede ejercer la comunidad creyente nunca será fruto de su prepotencia ni de sus hechizos, sino de su entrega y generosidad, no es consecuencia de discursos ni de actuaciones aparatosas, sino de su capacidad de demostrar con su vida que Dios nos ama.

¿Qué ha sido lo más importante vivido por la comunidad cristiana durante este año? No tengo ninguna duda: su capacidad de sentir como propias las angustias y tristezas de tantos ciudadanos e intentar acercarse, compartir con ellos, ayudarles y servirles. Una parte importante de los cristianos españoles está demostrando con su actuación que le resulta imposible separar su fe en Jesús de su cercanía y amor por los pobres, los indigentes, los solos y abandonados, los desnudos, los emigrantes, los incapaces de sostener a sus familias.

Decenas de millares de ellos colaboran con Cáritas con su aportación económica o con su tiempo y disponibilidad, las parroquias y los religiosos dan de comer en sus comedores a cuantos lo necesitan, con la colaboración de religiosas y laicos. Innumerables laicos, en las puertas de los supermercados o gracias a sus acuerdos con restaurantes, organizan los bancos de alimentos, promueven asociaciones de promoción y desarrollo, visitan a domicilio a enfermos y solos, diseñan grupos de Comercio Justo, microcréditos, oficinas de empleo…

No pocos colegios siguen enseñando a quienes ya no pueden pagar y numerosas parroquias consiguen mantener el ritmo de familias sin ninguna entrada económica o dan habitación a quienes han perdido su casa. En estas navidades, cientos de parroquias promueven actividades a favor de quienes sufren en su carne y en su espíritu. Si la Iglesia interrumpiera su testimonio de fe y de caridad, toda la sociedad sería más pobre.

Cuando la Iglesia acoge a quienes carecen de todo, cuando los creyentes sirven amorosamente a cuantos más lo necesitan, cuando reciben fraternamente a quienes se encuentran abandonados, en su vulnerabilidad y generosidad reside su fuerza. Cuánta pobreza e injusticia presente en nuestra tierra está siendo enjugada y humanizada por la creatividad, la bondad y el sacrificio de tantas personas anónimas, cuya memoria perdurará solo en la bondad de Dios.

En el nº 2.782 de Vida Nueva. Número especial Navidad–Fin de año 2011

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