Elecciones 2008: El PSOE vuelve a ganar

Norberto Alcover SJ escritor y periodista

(Vida Nueva) Tras la resaca electoral del 9 de marzo, llega el momento de los análisis y las reflexiones en torno a los resultados. El PSOE volverá a gobernar durante los próximos cuatro años, aunque tendrá que pactar, al no haber conseguido la mayoría absoluta, y el Partido Popular mejora sus resultados con respecto a las últimas elecciones, pero sufre la segunda derrota de su líder, Mariano Rajoy. Ramón Armengod, embajador de España y el periodista y escritor Norberto Alcover, nos ofrecen su visión ante el nuevo panorama que han dejado los comicios.

 

Cuando todos ganan y pierden

(Ramón Armengod-Embajador de España) Extraño período electoral el recientemente terminado, en el que la izquierda y la derecha españolas se han lanzado toda clase de insultos e invectivas, han utilizado un lenguaje barriobajero, sin respeto al republicanismo laico de Zapatero ni a las buenas maneras usuales entre conservadores.

Esperemos que se curen las heridas y se recuerde todo este ejercicio democrático a mamporrazos como una noche para sacar a la oscuridad las ideologías, que actúan de forma irracional, en los dos electorados que comparten democracia y urnas.

Es curioso que, comenzando un período de crisis económica, el debate sobre este aspecto de la realidad, que tanto influye en el bienestar diario de los votantes, no haya tenido una importancia primordial: el Presidente ha utilizado la macroeconomía con datos que empiezan a estar anticuados, mientras que Rajoy se ha aferrado a estadísticas sobre la carestía de la vida en los últimos meses.

El resultado ha sido otro triunfo del presidente Zapatero, que aunque no obtenga la mayoría absoluta ha mejorado sus posiciones a base de engullir en el voto socialista los de la izquierda marxista o autonomista, junto con una cierta apropiación de votos de jóvenes electores y de inmigrantes convertidos en ciudadanos, mientras que el PP ha realizado la proeza de incrementar sus votantes en unos 400.000, a pesar de haber sido calificado de partido ultraderechista.

En un país menos dividido y ante una crisis económica de incierta categoría, lo lógico sería llegar, si no a una alianza de los dos grandes partidos, al menos a un constante consenso en los temas de Estado, aparcando los temas menores, es decir, no perdiendo fuerzas en ampliar una alternativa laicista de valores opuesta a la moral tradicional.

Rouco y Zapatero

Ahora bien, tampoco la cúpula eclesial debería intervenir en los aspectos políticos del combate moral, puesto que la Iglesia tiene capacidad para modular sus posiciones y enseñanzas desde un testimonio cristiano hasta un encastillamiento católico: habría que examinar y sopesar cuidadosamente qué es lo que facilita la aceptación del pensamiento católico en una España que, por mucho que se lo hiciesen creer al papa Juan Pablo II, no tiene una historia religiosa como la polaca. En este punto parece providencial que sea el cardenal Rouco, guardián de tradiciones, el que tenga que vérselas con un gobierno como puede ser el segundo de Zapatero, cuya inclinación va a ser distraer a sus votantes de penurias y caídas del nivel de vida abriendo la cuestión religiosa, así nadie de la derecha católica podrá decir que no se defiende bien la ortodoxia.

Está claro que tanto el PSOE como el PP han estirado hasta el límite sus capacidades de representación parlamentaria, y que no parece que les quepa ir más allá de las cifras ofrecidas por la votación del 9 de marzo: haría falta una conmoción, una auténtica revolución, para que se mudaran las posiciones de los jugadores en el tablero, lo que se conseguiría, por otra parte, cambiando las reglas del juego electoral para dar mayor espacio a la elección

de los votantes y menos intervención de los partidos en la vida democrática.

Por último, conviene que el PP y sus votantes no olviden que ETA, como lo ha demostrado, hará cuanto pueda para mantener al presidente Zapatero y al PSOE como interlocutores intermitentes que certifiquen su existencia y su capacidad no sólo de matar, sino de intervenir en los procesos democráticos.

¡Ah!, y que si Rajoy continúa al frente del PP, cambie no tanto la línea política como las caras que le han acompañado en la legislatura acabada: Aznar debe ser tan sólo ya una página pasada, y no una sombra alargada…

 

Una democracia inteligente

(Norberto Alcover, SJ-Periodista y escritor) El PSOE ha ganado en esta cita electoral a nivel general de España. Ésta es la noticia realmente importante. Todo lo demás son consideraciones colaterales, por importantes que resulten. Tras cuatro años de estirar la cuerda política en todos los ámbitos, los españoles y españolas (estas segundas han sido del todo claves para el éxito) han aumentado su apoyo electoral al partido liderado por el leonés José Luis Rodríguez Zapatero, dato de inequívoca relevancia. En lugar de haberse desgastado, resulta que está mucho mejor en el ránking político español. Toda una lección que sus adversarios deberían leer como Dios manda para evitar errores estratégicos y tácticos en el futuro. Nadie hace sombra en el PSOE a este joven líder, reservado pero capaz de suscitar entusiasmos entre los suyos… y los ajenos.

 En el PP, las cosas son diferentes. De una parte, Mariano Rajoy también ha logrado aumentar el apoyo ciudadano, alcanzando un resultado histórico, lo que avala su gestión. Pero no es menos cierto que se trata de su segunda derrota electoral frente a Zapatero, en un momento de objetivas dificultades para el hombre del talante. En el caso del PSOE, la victoria pertenece muy personalmente al líder de la ceja enmarcada, mientras que en el ámbito de los populares encuentra su raíz en el mismo partido y mucho menos en quien lo gobierna, falto del punch necesario para entusiasmar y suscitar pasiones políticas. Imagino que en el próximo congreso de los populares se tendrán las ­agallas necesarias para profundizar en esta espinosa característica de una persona sensata donde las haya pero distante hasta el cansancio.

 El PSOE, y no es el momento de analizar las razones últimas del dato, ha fagocitado a los dos grupos más radicales en la política española: la IU de Llamazares, que con muy buen criterio abandona el protagonismo político, pero sobre todo ERC, ese ­feudo nacionalista de Carod Rovira, quien puede comenzar a ­interrogarse por sus excesos. Los votos de IU y ERC han procurado la victoria de los socialistas, además del esperado éxito en Cataluña y en el País Vasco, donde se convierte en la fuerza política dominante. El abrazo del “osito de peluche” que parecía el Presidente se ha convertido en abrazo de muerte. La política y las pasiones humanas son así. Y tal es el sabor inescrutable de toda democracia.

No está claro con quién/quiénes pactará Rodríguez Zapatero para alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso (esos siete votos que necesita). Pero tanto el PNV como CiU ya han dado signos de estar dispuestos a protagonizar esta mayoría. Siempre CiU como garante de la gobernabilidad de España, por mucho que moleste a determinados espíritus, desconocedores del pragmatismo histórico de la política catalana.

Será una legislatura dura, muy dura, en la que muchos nos tememos, si bien no lo deseamos en absoluto, que la tensión y el dramatismo, que algunos interesados llaman crispación, vuelvan a dominar la situación. Rodríguez Zapatero intentará consumar su “republicanismo cívico” (modificación radical de la eticidad y moralidad públicas), obligando a una permanente actitud reactiva de los populares. Vieja estrategia perfectamente descrita por Maquiavelo. Un bipartidismo sin descanso, porque las visiones que ambos líderes tienen de España chocan inevitablemente. ¿Pactarán los grandes temas de Estado? Tengo mis dudas. Mis serias dudas, para desgracia de todos. Ojalá me equivoque.

Rosa Díez ha conseguido lo que se ha ganado con tanto esfuerzo. Desde aquí solamente nos cabe felicitarla. Ojalá tenga suerte.

Coda final: es el momento de que la Conferencia Episcopal Española del cardenal Rouco Varela y el Gobierno socialista resultante de Rodríguez Zapatero comiencen a conversar por ver si es posible el diálogo en cuestiones sustanciales para el conjunto de los españoles. Es responsabilidad de ambos, pero el PP también tiene que ver en la medida en que, desde la sombra, no vincule su proyecto a una actitud dura de nuestros obispos. En este escenario, sería muy positivo que desde la Conferencia Episcopal Española se controlaran con eficacia los medios de comunicación social dependientes de ella misma. En beneficio de todos.

En conjunto: España, en un momento delicado, ha demostrado ser una democracia inteligente. No se ha dejado llevar por “la tentación del precipicio”, como decía Alain Touraine. Y nos llega un mapa sociopolítico de gran interés, en el que ojalá domine la moderación como signo de auténtico patriotismo: el que beneficia al conjunto de los españoles, dueños del Estado.

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