El sueño de Hume en Pentecostés

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Es Pentecostés y el Espíritu Santo se asoma con vientos racheados, abriendo caminos, puertas y ventanas. Un lector me recuerda un sueño que hoy quiero compartir. En una primera fase del sueño se ve un fortín. Quienes a él se acercan son enemigos a batir. Gritan, pero desde el interior, metidos en el fragor de la batalla, no se oyen sus gritos. Los soldados que defienden la fortaleza muestran una obediencia incondicional; actúan y mueren. En la segunda fase del sueño se ve a un peregrino de la historia y de la vida que es la Iglesia. El peregrino corre hacia la verdad a trompicones, se afana en alcanzarla y se esfuerza con ahínco en darle a la caza alcance, pero se va perdiendo y en las cartelas indicadoras sólo se dice que no es el camino correcto, pero no se indica por dónde caminar. En el sueño, el fortín es un templo en el que viven los soldados. Los peregrinos viven, sin embargo, en una tienda de campaña. Es mejor vivir cerca de la incertidumbre en la tienda de Abraham que en la seguridad del templo de Salomón. El sueño no es de este lector, sino del que fuera cardenal de Westminster y primado católico de Inglaterra, Basil Hume, quien  lo explicó en una de sus intervenciones durante el Sínodo de 1980. En nada ha perdido actualidad; todo lo contrario: adquiere el tono profético. Terminó diciendo: “Nunca debemos renunciar a escuchar a los peregrinos, sino que hemos de darles fortaleza, con dulzura y con piedad, con espíritu de solidaridad para ayudarles. He visto a muchos peregrinos sentirse felices cuando encontraban la Verdad”. El Espíritu, aunque zarandee la tienda con sus vientos fuertes, nos llevará a la verdad completa con la acogida alejada de la batalla.

Publicado en el nº 2.662 de Vida Nueva (del 30 de mayo al 5 de junio de 2009).

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