El rostro del hombre

FRANCISCO JUAN MARTÍNEZ ROJAS | Deán de la Catedral de Jaén y delegado diocesano de Patrimonio Cultural

“En el rostro de Cristo el hombre puede contemplar la verdad que salva. Por ello, ante la pregunta de Pilato –¿y qué es la verdad?–, en esta sociedad de la imagen se puede, a través del arte, responder con palabras de Cristo: Él es el camino, verdad y vida”.

Una reciente visita a Passio, de Las Edades del Hombre, me ha permitido contemplar un escogido ramillete de las mejores obras que plasman los momentos cruciales del ministerio y la vida de Jesús.

Me llamaron la atención los rostros de Cristo, y ello me llevó a pensar que el hombre moderno es un hombre “sin atributos”, “sin cualidades”, como tituló Robert Musil su conocida novela publicada entre 1930 y 1943. El hombre sin atributos, cuyo prolijo texto confieso no haber leído completo, es una gran reflexión sobre las paradojas de la modernidad, sobre la crisis del racionalismo y las consecuencias negativas que generan sobre el ser humano, hasta el punto de despojarlo de cualidades, valores, atributos, en definitiva, de rostro.

Contemplando el rostro de Cristo en las dos Medinas –de Rioseco y del Campo–, y recordando al hombre que dibuja Musil, pensé en la urgencia de recuperar el verdadero humanismo, ese que Pilato descubre en Jesús, cuando, tras mandarlo azotar, lo presenta ante el pueblo como “el hombre” por excelencia: Ecce homo.

En el rostro de Cristo el hombre puede contemplar la verdad que salva. Por ello, ante la pregunta de Pilato –¿y qué es la verdad?–, en esta sociedad de la imagen se puede, a través del arte, responder con palabras de Cristo: Él es el camino, verdad y vida, la respuesta a los interrogantes, a la pregunta sobre nuestro origen y destino, sobre el sentido del mundo y de la historia, el hombre verdadero, en plenitud: el hombre con rostro.

En el nº 2.771 de Vida Nueva.

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