El rostro de la pobreza es femenino, joven y sin formación

Cáritas española lleva a cabo distintas acciones para facilitar la inserción laboral de los desempleados

(José Carlos Rodríguez) Atender durante un año a 61.400 personas que buscan empleo requiere un esfuerzo enorme, y si, además, 14.000 de ellas consiguen trabajo, es para quitarse el sombrero. Esto hizo Cáritas Española en 2007 con una inversión de 18 millones de euros y contando con el trabajo de miles de voluntarios en 68 diócesis. Así se detalla en la Memoria de Empleo que esta organización publicó en vísperas del primero de mayo.

Pero, además de rendir cuentas y exponer resultados de sus actividades en favor de los más excluidos, este informe revela quiénes son la mayoría de las personas que sufren hoy las consecuencias del desempleo: el perfil mayoritario (73% de los participantes en sus acciones de empleo) corresponde a mujeres menores de 35 años y con un nivel educativo muy precario. Según Ana Jesús Gavela, responsable del Programa de Empleo de los servicios generales de Cáritas, esto es algo que “se corresponde con una creciente feminización de la pobreza en nuestro país”.

Pero, ¿qué hay detrás de este rostro femenino de la pobreza y el paro? Gavela lo desgrana con la facilidad de quien conoce bien el tema: “Hogares destrozados en los que la mujer tiene que asumir todas las cargas familiares, personas con serias dificultades para encontrar un trabajo por falta de formación y por muchas problemáticas personales”. Otros grupos de personas especialmente vulnerables son los jóvenes marcados por el fracaso escolar (el porcentaje de los que no han completado la Educación Secundaria está por encima del 33%) y los parados que pasan de los 45 años, que suelen proceder de empresas que han cerrado o de empleos precarios y poco cualificados. Estos son los principales grupos que engrosan las filas de los dos millones de desempleados en España (un 8,6% de la población). Aunque estamos lejos de los años en los que el paro afectaba al 20% de españoles, Cáritas sigue llamando la atención sobre la coexistencia de situaciones de pobreza –severa o moderada– con los buenos indicadores macroeconómicos del largo período de bonanza que duró hasta el año pasado.

Inserción laboral

Como asegura esta Memoria de Empleo, para muchas personas en situación precaria “el acceso al empleo se convierte en una carrera de obstáculos en la que cristalizan problemas y situaciones  de índole personal, familiar y social”. Por eso, cuando un trabajador social de una parroquia o un centro laboral acoge a una persona con poca autoestima, personalidad insegura, con pocas habilidades de saber comunicar y que posiblemente ya ha sido rechazado por otro programa de empleo, lo primero que se intenta hacer es crear un ambiente de confianza para acompañarle en un “itinerario personalizado”, un proceso para que la persona acabe insertándose en la vida laboral. “Cuando quieres ayudar a una persona vulnerable para que encuentre empleo, hay que hacer que desarrolle habilidades sin las cuales nadie puede trabajar, como la puntualidad, la disciplina y el saber relacionarse”, explica Ana Jesús Gavela, quien pone como ejemplo un programa de formación laboral para camareros, organizado por Cáritas en Vigo. A los que siguen estos cursos se les dictan recetas de cocina para que se acostumbren a tomar apuntes con rapidez, algo que les servirá cuando estén con el mandil puesto frente a unos clientes que piden cañas y raciones. Además de proporcionar cursos de capacitación, Cáritas ha tejido una nada despreciable red de relaciones con algunas empresas que emplean a sus alumnos más aplicados, aunque, como señala Gavela, “también sensibilizamos a las empresas para que empleen a personas con perfiles más difíciles. Es cuestión de responsabilidad social”.

Algo que también tiene mucho que ver con esa responsabilidad social es el desempleo que afecta a los algo más de tres millones de inmigrantes que viven en nuestro país (un 7% de la población total) y que, a medida que la crisis se agudice, serán la parte más débil por donde la cuerda empiece a romperse. Esto lo corroboran datos recientes del INE, que afirman que el paro entre los extranjeros ha aumentado en un 23% en sólo tres meses, frente al 12% de subida del desempleo total. Lo recordó también hace unos días el obispo de Sigüenza-Guadalajara, monseñor José Sánchez, responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal: “El inmigrante es como un muelle al que se le deja subir fuerte cuando le necesitamos, y cuando las cosas van mal, que se vaya cuanto antes”.

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