(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)
“Diríase que se está consolidando lo que parecía imposible: la resurrección de aquella sólida y poblada organización del laicado español (Acción Católica), anterior al Vaticano II, que quedó maltrecha precisamente al aplicarse en España la reforma postconciliar. (…) De ahí que ahora estemos ante un acontecimiento eclesial sustantivo y gozoso”
De un tiempo a esta parte menudean las noticias sobre la Acción Católica (AC). Diríase que se está consolidando lo que parecía imposible: la resurrección de aquella sólida y poblada organización del laicado español, anterior al Vaticano II, que quedó maltrecha precisamente al aplicarse en España la reforma postconciliar. Fue un episodio lamentable. Aquella crisis desbarataba una de las mejores reservas de la Iglesia española. De ahí que ahora estemos ante un acontecimiento eclesial sustantivo y gozoso si, de verdad, con las novedades y variantes necesarias, se confirma ese anhelado resurgir.
La crisis de los años 60 fue letal. Yo percibí su gravedad cuando los obispos –Torija y Dorado, concretamente– me pidieron, en 1975, que me hiciera cargo de la dirección de Ecclesia, órgano de la AC desde su creación, en enero de 1941. Pronto pude concluir que la crisis se había cebado también en la revista. La fuga de militantes equivalía a la baja de suscriptores.
Por otra parte, ¿cómo mantener en Ecclesia el carácter de órgano oficial cuando algunos movimientos habían desaparecido y los que quedaban apenas si se saludaban? Tras largas cavilaciones y consultas, propusimos preservar la existencia de Ecclesia pasando su propiedad a la Conferencia Episcopal.
Don Gabino Díaz Merchán, presidente de la misma, y Pilar Sánchez Cascado, como presidenta de la AC, hicieron posible tan salvífico trueque. En la esperanza, por cierto, de que algún día, una vez resuelta la crisis, las aguas volvieran a su cauce. ¿No equivaldría a eso el resurgir actual de la ahora llamada Acción Católica General?
En el nº 2.708 de Vida Nueva.
