El mejor intérprete, el Papa

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“De una forma tan frívola, por no decir irrespetuosa y hasta ofensiva, se han querido interpretar las palabras y opiniones del papa Francisco, dichas en la entrevista concedida a La Civiltà Cattolica…”

De una forma tan frívola, por no decir irrespetuosa y hasta ofensiva, se han querido interpretar las palabras y opiniones del papa Francisco, dichas en la entrevista concedida a La Civiltà Cattolica y publicadas en una serie de revistas de la Compañía de Jesús.

Cada cual intentaba atraer el ascua a su propio grupo, a su espiritualidad, a su institución, a su línea editorial, a su proyecto educativo, a su ideario, a su ideología… El espectáculo ha sido molesto, improcedente, irrespetuoso y, en ocasiones, arrogante. Se presumía saber de las intenciones del Papa y se hacían titulares, no de lo que había dicho el papa Francisco, sino de lo que a ellos les gustaría que se dijera.

Como era de esperar, se intentó matar al mensajero y echar la culpa, de lo que no les gustaba, a la intencionada parcialidad de los medios de comunicación, que segregaban unas frases, las sacaban de contexto para poner al Papa como autoridad de lo que nunca el Pontífice había dicho ni era su intención manifestar.

No faltaron quienes trataron de reconducir el pensamiento y las palabras del papa Francisco a unos temas y espacios donde él no quería acudir, pero que ellos intentaban a toda costa señalar opiniones y doctrina de las que no se hablaba.

Los más audaces se dividieron en dos bandos. Aquellos que se llevaron las manos a la cabeza y dijeron entristecidos y dolientes: “¡Dónde hemos llegado!”. Otros alzaban los brazos eufóricos, pensando en su victoria y en que el Papa iba a transformarlo todo, concediendo incluso aquello que ni está en las manos ni en el propósito del Papa el poder cambiarlo.

Gracias a Dios, muchos leyeron, con tanto interés como sencillez, la entrevista que el Papa había concedido. En primer lugar, se trataba de una conversación con un periodista religioso, y no de una proclamación dogmática ni de un código de conducta moral.

El Papa es el mejor intérprete de sus discursos y palabras, no porque matice o haga rectificaciones, o porque tenga que dar explicación de unas cosas y de otras, sino que en sus gestos, en su conducta, en su magisterio ordinario, está diciendo, suficientemente claro, lo que debe ser el comportamiento y las actitudes de aquellos que quieren ser auténticos y fieles seguidores de Jesucristo.

Que pueda haber una oposición silenciosa y crítica a los modos de hacer del papa Francisco, es más que posible. Pero de lo que aquí se trata no es de accesorios y complementos para que la celebración sea vistosa, sino de anunciar en obras, en palabras y en brazos abiertos la buena noticia de salvación para todos los hombres y mujeres del mundo.

¡Cuántas veces lo ha dicho el papa Francisco! No he venido para que me veáis a mí, sino para que os encontréis con Cristo y viváis vuestra fe empeñados en abrir caminos de justicia y de misericordia.

En el nº 2.866 de Vida Nueva.

 

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