El invento divino del Sagrario

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“El Sagrario no es el eje del templo parroquial, constituido por la sede de la presidencia, el ambón de la Palabra y el altar del sacrificio en la celebración comunitaria de la Eucaristía. Pero sí es el corazón del templo y de la comunidad”

Cesáreo García del Cerro es madrileño y jesuita, con una larga vida gastada en 1.415 proyectos de desarrollo integral en África y América, donde habrá conocido tantos paisajes y lugares maravillosos, y cuando en esa especie de entrevista telegráfica que se suele hacer ahora le preguntan sobre el rincón preferido, contesta simple y rotundamente: el sagrario. (Vida Nueva, nº 2.662).

Confieso que esta respuesta me impresionó y hasta me conmovió. Como decía el padre Foucauld: En el sagrario está todo. ¿En qué otro sitio podríamos buscarlo?

Antes de que sus enemigos le quitaran de en medio, con permiso del Padre y la ayuda del Espíritu, Jesús tuvo la divina ocurrencia de la Misa, quedándose en secreto en el Sagrario. Los primeros discípulos, naturalmente, tenían como centro la cena del Señor, pero no olvidaban tampoco a los hermanos ausentes, bien por enfermedad bien por la prisión a causa de su fe. Para ellos, Cristo estaba tan presente en aquella eucaristía permanente y, diríamos, caminante, como en plena asamblea de la comunidad en la celebración de la Cena del Señor.

Y de aquí vino, andando el tiempo, la bendita costumbre de conservar y venerar las especies eucarísticas, sobre todo, del pan consagrado, como hacemos ahora. El Sagrario no es el eje del templo parroquial, constituido por la sede de la presidencia, el ambón de la Palabra y el altar del sacrificio en la celebración comunitaria de la Eucaristía. Pero sí es el corazón del templo y de la comunidad, en un espacio propicio al silencio y al recogimiento, a la meditación y a la contemplación, las confidencias y las confianzas como un buen amigo, siempre despierto, siempre atento y siempre al tanto de nuestras vidas. Desde allí nos invita: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

ainiesta@vidanueva.es 

En el nº 2.665 de Vida Nueva.

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