El colirio

(José María Avendaño Perea-Vicario General de la diócesis de Getafe) Ayer vi en un reportaje de televisión a un niño de Centroamérica, quizás se llamaba Sebastián, comiendo tortas de barro. No tenía pan y tenía mucha hambre ¡Qué escándalo, Padre nuestro! ¡Qué escándalo el de las cañadas oscuras del hambre por las que caminan miles de hijos tuyos!

Es Pascua, celebramos la Resurrección de Cristo, la victoria del Amor sobre el pecado y la muerte. Dios se identifica con aquello a favor de lo cual Jesús había arriesgado la vida. La Resurrección nos muestra que no hemos de huir de la realidad; más bien, es fuerza para entrar en la Cruz y asumir el “viernes” doloroso del mundo. Nuestra unión con Cristo es unión con todos los demás por los que Él se entrega.

¡Qué misterio la vida! ¡Qué grave y atroz resulta que la humanidad frecuentemente se encoja de hombros ante el drama de la hambruna, ante el desnivel entre ricos y pobres, ante las estructuras injustas y la violencia a la dignidad de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios, ante las situaciones de pobreza en que se halla gran parte de la humanidad!

Sobrecogido por este dolor, me dirijo a beber en la Palabra de Dios y leo: “Te aconsejo que compres… colirio para ungir tus ojos y puedas ver (Ap 3, 18).

Benedicto XVI nos dice que el programa del cristiano es el programa de Jesús, el programa del Buen Samaritano: un corazón que ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Nuestros obispos acaban de regalarnos un precioso documento, “Para que tengan vida”, exhortándonos a trabajar por la paz y el desarrollo de los pueblos y que cada uno se realice como persona.

Señor Jesús, unge nuestros ojos con tu colirio resucitador para ver este mundo como tú quieres y comprometernos para que nadie muera antes de tiempo, ni viva indignamente.

 

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