Ecología estética y teológica

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“No siempre podemos disfrutar de la naturaleza al aire libre, donde suele ser más fácil encontrar parajes que nos hablan de Dios y la belleza (…) Por ejemplo, en rincones prosaicos como el cuarto de aseo, el despacho de trabajo o la triste habitación de un hospital. Aun en esos casos, prosaicos y vulgares o hasta odiosos, podemos encontrar la presencia de Dios”

Mientras la ecología económica y la ecología ética pueden suponernos a veces dificultades o responsabilidades, en cambio, la ecología estética y la ecología teológica no requieren de suyo ningún esfuerzo o gasto material, bastándonos el estar atentos y al tanto de la incalculable e inagotable belleza y bondad que nos rodea, más o menos según las circunstancias.

Normalmente, la experiencia estética de la ecología suele ser a cielo abierto, en el campo, el bosque, la costa, la montaña, etc. Pero no siempre podemos disfrutar de la naturaleza al aire libre, donde suele ser más fácil encontrar parajes que nos hablan de Dios y la belleza, aun no tratándose de paisajes espectaculares, sino corrientes y familiares, donde siempre podemos decir a Dios: llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Por ejemplo, en rincones prosaicos como el cuarto de aseo, el despacho de trabajo o la triste habitación de un hospital. Aun en esos casos, prosaicos y vulgares o hasta odiosos, podemos encontrar la presencia de Dios y el rastro de su rostro. Aun en esos sitios no pueden faltar nunca, y en otros no suelen faltar nunca, dos elementos y alimentos clave en la vida humana y que sólo pueden venir de la mano de Dios, sin colaboración alguna con el hombre, que son el aire y el agua. Además de ser para nosotros alimento vital sin los que no podríamos vivir, gracias al primero podemos oír la belleza ilimitada de la música, el canto o la conversación humana, y un vaso de agua nos recuerda el cielo de donde bajó, aunque haya tenido que pasar por el pantano, el manantial, la inextricable red de tuberías del suministro, y finalmente por un prosaico grifo, hasta llegar a nuestro vaso, nuestra ducha o nuestra cocina. Los cristianos estamos bien motivados y preparados para esta visión poética de lo prosaico, y divina, de lo humano.

ainiesta@vidanueva.es 

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

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