Durango se vuelca para mostrarse como Iglesia viva

La parroquia de Santa María de Uribarri ha editado un documental sobre su historia

(Miguel Ángel Malavia) Lo habitual, cuando una parroquia quiere dar a conocer alguna de sus iniciativas, es preparar una exposición o encargar un pequeño libro sobre la temática en cuestión. Sin embargo, hay quienes escuchan el soplido de los nuevos tiempos y se adentran sin temor y complejos en el campo de las nuevas tecnologías. Es el caso de la parroquia de Santa María de Uribarri, en Durango (Vizcaya). Con motivo del próximo V centenario del registro del acta de bautismo más antigua que mantienen en su archivo, los parroquianos pensaron diversas acciones para, aprovechando el aniversario, dar a conocer su comunidad. Fue así como, a propuesta de su párroco, Jose Mari Kortazar, acordaron hacer un DVD documental. 

Pero no uno cualquiera, sino uno muy especial. Por muchos motivos. “Con diferencia, lo mejor es que ha sido algo que ha unido a todo el pueblo”, dice un orgulloso Jose Mari. Y es que trabajaron en la elaboración del vídeo más de 200 personas, siendo casi todos voluntarios, incluidos el director, Andoni Aranburu, y los guionistas. “Han sido muchísimas horas de dedicación -continúa el párroco-, pero mereció la pena el día que lo presentamos. En plenas fiestas patronales, en la iglesia, pusimos una pantalla gigante y todo el pueblo, literalmente, acudió orgulloso a verlo”. Su difusión ha sido enorme, vendiéndose muchas copias por toda la región, gracias, principalmente, al boca a boca. Jose Mari recalca que ese sentimiento de identidad es el que ha llevado a colaborar a todos, “incluso a los que no son estrictamente del ámbito parroquial”. Un caso muy significativo es el del entonces alcalde, Juan José Ziarrusta (fallecido el pasado 24 de abril), quien ayudó en el doblaje del euskera al castellano.  

Pero lo más llamativo es su gran calidad técnica. Podría pensarse que al ser un DVD de una parroquia de un pueblo, sería más humilde en su facturación. Pero no sucede así, en absoluto. Dividido en seis capítulos, cada uno de ellos tiene valor simbólico y estético por sí mismo. Tras el primero, a modo de Introducción general, otros están dedicados a hablar del Retablo Mayor (grabado con una cámara especial, que recoge detalles inapreciables a simple vista) y el Órgano. Pero los más significativos son los tres últimos: el protagonizado por el Orfeón Durangués, que incluye dos interpretaciones en directo; el de la Comunidad cristiana, un espacio de testimonios en el que fieles de toda condición y edad detallan cómo es su relación con Dios, concluyendo con un emotivo Padre Nuestro en euskera en el que cada uno de ellos recita una parte de la oración; y el último, de carácter histórico, en el que multitud de voces rememoran el drama sufrido un 31 de marzo de 1937, cuando en plena Guerra Civil, aviones de la Italia fascista arrasaron el pueblo de un modo atroz, causando centenares de muertos. El Bombardeo de Durango, a pesar de no ser inmortalizado por la magistral paleta de reivindicativos colores de un Picasso (como sí sucedió con la masacre de Guernika), supuso el primer caso de ataque indiscriminado dirigido contra la población civil acaecido en un conflicto bélico de este tipo. De los pavorosos testimonios que se ofrecen, el más sobrecogedor es el de Rafael Cuevas, entonces monaguillo de la parroquia: “En plena misa, con el sacerdote consagrando, yo estaba de rodillas. Lo que creí un rayo me hizo caer al suelo, inconsciente. Al despertar, el cura y yo estábamos atrapados bajo unos escombros. Nos pusimos a rezar en voz alta. Sólo cuando el silencio nos invadió, comprendí que él había muerto”. 

En el nº 2.637 de Vida Nueva.

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