Documentos conciliares en rastrillos

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Cada vez que visito la madrileña Cuesta de Moyano, con su belleza de libros viejos, encuentro ejemplares, y muchos, de los documentos del Vaticano II en aquella excelente edición de la BAC. He hecho una pequeña prueba de bibliófilo. El resultado, aunque lo sospechaba, me desazonó. Conozco bibliotecas de clérigos, seminarios y universidades, y visito con frecuencia librerías religiosas. Los documentos conciliares están ausentes, o escondidos, reducidos a consulta de tesis doctorales. Su ausencia en los anaqueles de clérigos y agentes de pastoral es cada vez mayor. También he hecho catas en documentos del episcopado actual y las citas conciliares escasean, por no decir que no hay. Bien sé que se habla de interpretación conciliar más que de aplicación, y sobre eso convendría no pontificar demasiado. Aún recordamos que el libro El Santo Concilio estuvo en bibliotecas parroquiales varios siglos después de Trento. No entro ni salgo; sólo cuento lo que veo. En la formación de clérigos y laicos no se debería dar por supuesta la asimilación conciliar, pues se olvidan constituciones, se desconocen decretos y aquel evento se estudia sólo en Historia de la Iglesia. Y lo más preocupante es que se van colando otras eclesiologías. Tengo la edición que usó -y luego me regaló- el obispo que me ordenó. Es uno de mis libros favoritos, también por el estilo que destilan sus páginas, el fondo, las propuestas y el aire de un acontecimiento de gracia que se reaviva en su textos. A vueltas con el Concilio. Habrá quien se moleste por no haber calado en su fondo, mandándolo a la biblioteca.

Publicado en el nº 2.676 de Vida Nueva (del 26 de septiembre al 2 de octubre de 2009).

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