Dios y el César

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Todos los cristianos deberíamos enterarnos e interesarnos por la política, en cuanto gestión del bien común, cada uno según su vocación y posibilidades”.


Parece que en democracia son necesarios los políticos profesionales. Creo además, a pesar de los malos ejemplos, que la mayor parte de los políticos de España son honrados, y trabajan honradamente por el bien común.

Pero no creo que todos ellos sean siempre acertados. Por lo cual, en tiempo de elecciones tienen que ser votados –elegidos– o botados –rechazados–. Por lo mismo, me parece que el derecho al voto debería conllevar el deber de votar. Al menos, nosotros, como cristianos, tenemos una especial responsabilidad de hacerlo, como obra de caridad política hacia la sociedad.

Además del voto, todos los cristianos deberíamos enterarnos e interesarnos por la política, en cuanto gestión del bien común, cada uno según su vocación y posibilidades.

Pero también dedicándose algunos profesionalmente a la política, de acuerdo con su fe cristiana y su conciencia social. Aunque no será siempre fácil mantenerse al mismo tiempo fieles a la estrategia de un partido y a los criterios evangélicos, siempre podrán recurrir con prudencia al principio del mal menor, contando con la gracia de Cristo y con la comprensión de los demás cristianos, teniendo en cuenta la necesidad y la dificultad de su ministerio, su servicio al bien común.

Sin embargo, aunque todos debamos enterarnos e interesarnos por lo político en cuanto al bien común, no conviene que los pastores nos inmiscuyamos en la política de partidos, en cuanto estamos destinados a la unión de la comunidad eclesial, en la que caben variedad de opciones concretas legítimas, el derecho a ser de derechas, de izquierdas o de centro, con tal de actuar siempre con espíritu evangélico y talante democrático.

Jesús de Nazaret nos dejó un principio luminoso, siempre valedero: Dad a Dios lo que es de Dios, y al César, lo que es del César. O sea, una sana secularidad y una libre confesionalidad. ¡Pues… a votar!

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.753 de Vida Nueva.

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