Dejar partir

(Santos Urías)

“Cada adiós es como si te desollaran la piel; es un volver a nacer; una ocasión para seguir vaciándote y volverte a llenar. Lo inconsciente, lo superficial, lo falso pasará (…) Sin embargo, lo auténtico, lo verdadero, sencillamente lo amado, seguirá cantando para siempre”

“Sólo se tiene a aquél a quien no se posee”.

Cuando te vas, algo en el corazón se hiela. Tantos tiempos compartidos; tantas lágrimas robadas; tantos sueños y risas y esperanzas. Como en un álbum, vienen a tu mente momentos, escenas que son parte de tu historia, que ya son parte de ti. Vienen a tu mente personas, pequeños maestros, compañeros de camino, aprendices de lo infinito, rastreadores de luz. Gente que con una escoba, o con una llamada, o con un abrazo, o con un silencio se han hecho familia y cobijo.

Pero también hay instantáneas que te recuerdan los reproches, el pecado, las incomprensiones, las críticas y los sufrires. Quizá sean las heridas las que más te enseñan, las que te arrancan la paciencia, las que purifican la entrega, las que te criban el sentido de la gratuidad.

Cada adiós es como si te desollaran la piel; es un volver a nacer; una ocasión para seguir vaciándote y volverte a llenar. Lo inconsciente, lo superficial, lo falso pasará. Como pasan las estaciones, como cambia todo, como corre el agua y los minutos. Sin embargo, lo auténtico, lo verdadero, sencillamente lo amado, seguirá cantando para siempre al compás de la risa y del latido de Dios.

En el nº 2.677 de Vida Nueva.

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