Decíamos ayer (28 octubre 1978)

Tenemos un Papa grande

“Un Papa alto y rubio, pero inclinado de hombros, que puede saludar en once idiomas y sonreír siempre como si quisiera pedir perdón de su dominio, que sabe acariciar y besar a la gente para decirle que Dios nos ama a todos pero que lleva en su cabeza toda la filosofía del mundo de hoy. Un Papa cuyo espíritu está bien alojado en un cuerpo tenso y fuerte. Sí, amigos, tenemos un gran Papa y estamos contentos, muy contentos. Porque Dios no ha abandonado a su Iglesia. En Roma ya cuentan y no acaban de este romano de adopción que ha venido del Este”.

En el nº 2.633 de Vida Nueva.

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