Decíamos ayer (1 de marzo de 1980)

Paladines de conversión ajena

“Todos predicamos la conversión. Pero para los demás. Como si nosotros –y en este ‘nosotros’ cabemos absolutamente todos, de Jesús para abajo– fuéramos sólo paladines de conversión ajena. (…) ¡Si fuéramos capaces de vernos todos, absolutamente todos, como somos de verdad, pobres hombres sujetos a mil trampas pero capaces de salir de ellas con humilde alegría! ¡Si todos, absolutamente todos, nos dispusiéramos a dominar menos y a escuchar más, a creernos menos salvadores y más salvados, a hacernos conscientes de nuestra gozosa, inmadura, titubeante juventud!”.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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